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Jardón, memoria y corazón de oro

Amigos del corresponsal de LA NUEVA ESPAÑA destacan en Coaña su genio periodístico y su vertiente humana, "duro por fuera y tierno por dentro"

Jardón, memoria y corazón de oroGUSTAVO GARCÍA

De memoria, en una habitación llena de humo y sobrecargada con el aroma de Ducados, Jorge Jardón escribió, línea a línea, la historia viva de la comarca occidental durante sus veinticinco años como corresponsal de LA NUEVA ESPAÑA. "Cuando entrevistaba a una persona, anotaba lo que le parecía más importante, y después lo despedía con un 'ta bien'. Después, al mirar esa libreta, la descubríamos llena de garabatos sin sentido. No le hacía falta", elogia uno de sus más íntimos compañeros de viaje, el pediatra Venancio Martínez.

En un encuentro discreto, tierno y cargado de emoción, Coaña recordó ayer las luces y las sombras que el periodista -fallecido el pasado enero- transmitió durante su intensa vida. Lleno de contradicciones, se le recordó además de por la calidad de sus crónicas, por el calor humano y la ternura con que trató a aquellos a los que consideró sus amigos, más allá de la pose "desaliñada" con que se hizo popular durante décadas.

En el recuerdo de Jardón se mezcló su vertiente humana, la de la persona "dura por fuera, pero tierna por dentro", la que era "incondicional de los suyos", con la trayectoria del genio periodístico que encarnó desde una comarca por aquel entonces aislada y casi olvidada, siendo la voz nítida y clara de sus habitantes. "Un profesional que ha marcado con su pluma la historia de la comarca", recordó Salvador Méndez, alcalde de Coaña, que no tuvo reparos en calificar su trabajo como "justo y creativo", dotándolo de las facultades de la "sabiduría y la sensibilidad". "Era capaz de convertir lo más cotidiano en noticia", aseveró el regidor, también amigo del cronista.

La descripción de su lado más humano llegó por parte de dos de sus amistades más profundas: Ricardo González y Miguel Villarmea. El primero explicó cómo Jardón "era tierno, pero había que intimar con él para llegar a esa conclusión". También que se trataba de alguien "muy socarrón e independiente", que tenía el don de la memoria. "Se sabía de memoria el censo de Navia, con fecha de nacimiento incluida. Le servía para tratar con alguna señora que pretendía quitarse años", rememoró, apelando al humor afilado de Jardón.

Villarmea evocó la visión de aquella oficina "desordenadamente ordenada", la máquina Olivetti en la que daba forma a sus textos, y su especial olfato para descubrir la noticia. "Poseía el don de adivinar el futuro, invocando a los vivos, mediante las filtraciones de gente de su confianza".

Ambos guardan aún vivo el recuerdo de los últimos meses del cronista, afectado por la enfermedad, y su partida. "Murió porque no quiso vivir, no tenía ganas", apuntó González. "Se fue en silencio, como fue toda su vida. Se marchó con el aprecio y el respeto de sus amigos, pero también con la admiración de todos los lectores", consideró Villarmea. También confesaron sentirse "muy orgullosos" de haber estado tan cerca de Jardón, alguien "a quien nunca olvidaremos".

Para José Julio Velasco, arcipreste de Siero, Jardón es la mano tendida que se encontró al llegar a Navia, su primer destino como religioso. Trajo a la mente las tertulias con el gran amigo de Jardón, el pintor Álvaro Delgado, y aquel carácter de "espíritu libre" del periodista. "Era culto, religioso a su manera, desprendido y de mano abierta", describió. Velasco propuso devolver en parte la deuda que la comarca tiene con Jardón bautizando con su nombre alguna calle o plaza de Navia.

Del genio periodístico dio buena cuenta Julio Puente, exdirector de LA NUEVA ESPAÑA de Gijón. "Jorge fue un periodista histórico y clave. Desde el Occidente se convirtió en el reportero estrella del periódico, descubrió aspectos inéditos de esta comarca, sacó a la luz a personajes que han entrado en los huecos del mejor periodismo asturiano y saltó las fronteras regionales para convertir reportajes suyos en noticias de interés nacional", apuntó Puente, que recordó cómo Jardón sólo le pedía una cosa: "No me mandes tolos", en referencia a compañeros de profesión. Fue un reportero "de Liga de Campeones", una "auténtica figura del periodismo".

La guinda la puso Venancio Martínez, que compartió "miles de horas" con Jardón. "Fueron años extraordinarios", afirmó. "Sus colaboraciones eran lo primero que buscábamos entre sus páginas los lectores del Occidente", reseñó Martínez, que realizó un semblante al detalle del cronista, del que destacó su carácter "esperpéntico" y que era, sobre todo "una buena persona".

También ofreció su colaboración para crear un libro a modo de recopilación de los mejores artículos de Jardón sobre Coaña, que, destacó, "son excelentes y deliciosos".

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