Los romeros fueron fieles ayer a la Virgen del Acebo, y caminando o en coche, fueron muchos los que quisieron cumplir con la tradición de subir al santuario, a pesar de que todos los actos festivos estaban suspendidos, incluso la procesión. La afluencia de público fue mucho menor que la de un año normal, pero, aun así, a lo largo de la carretera y de los caminos que llegan al santuario se podían ver numerosos peregrinos y a mediodía, como es costumbre, también se extendieron algunos manteles para compartir una comida campestre entre amigos y familia.

La tradición, las ofrendas y las promesas son las que empujaron a cangueses y vecinos de otros concejos a cumplir con su cita con el Acebo. El ruego más repetido era el de la salud, que está presente todos los años, pero este aún más si cabe debido a la pandemia del coronavirus.

"Siempre se pide algo, sobre todo salud y por los hijos, para que tengan una vida mejor que la de los padres y trabajo", explicaba Encarnación Díez, que compartió en familia una comida campestre en la que no faltaba la tortilla de patatas y los embutidos, después de subir caminando desde Cangas del Narcea. "Es una tradición que va pasando de generación en generación, aunque hoy nos faltan muchas personas porque normalmente nos juntábamos 20", rememora.

Las amigas Loli Yáñez y Luisa Agustín también cumplieron con su peregrinaje al santuario desde Cangas del Narcea. "Al Acebo no se puede faltar, es maravilloso subir por los caminos antiguos, no te encuentra casi con gente y la que va lo hace de forma muy ordenada", explica Yáñez, que recuerda subir con su familia desde que era una niña.

También la familia de Mino Linde se juntó en el Acebo para seguir con la tradición, aunque reconocía que este año "es un poco triste". En su caso llegaba a reunir hasta 40 personas, pero esta vez tan solo fueron una decena de personas.

Para dar las gracias peregrinó hasta el Acebo la tinetense Placeres Rodríguez. Se jubilaba ayer mismo como docente y cuando estaba preparando la oposición su marido la había ofrecido al Acebo para que la aprobase. "Vengo a darle las gracias a la Virgen por hacerme tener una vida profesional sana y muy satisfactoria para mí", confesaba.

Un peregrino muy especial fue el corredor cangués José Martínez, que consiguió cumplir su reto de unir los santuarios de Covadonga y el Acebo recorriendo a pie los 230 kilómetros que los separan, sin parar y en dos días. A su llegada al santuario, cerca de las dos de la tarde, un buen número de amigos y vecinos le estaban esperando para recibirle con un emotivo aplauso.

"Lo disfruté muchísimo y es muy emocionante ver a toda la gente esperándote", aseguró a su llegada el corredor.

El promotor de este reto, el empresario tinetense Benjamín Alba, lo calificó como "una aventura maravillosa" y ya tiene en mente su continuidad: ir desde el Acebo a Santiago de Compostela, que realizarán en cuanto José Martínez pueda hacer frente al nuevo desafío.