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Luarca reestrena su bosque-jardín

Rafael Ovalle, paisajista que diseñó el conjunto, muestra a LA NUEVA ESPAÑA el espectacular complejo, que ocupa diez hectáreas y que abrirá sus puertas al completo el 1 de marzo

El paisajista Rafael Ovalle, en el acceso al jardín. | A. M. Serrano

El bosque-jardín de Luarca será visitable en toda su extensión a partir del uno de marzo. LA NUEVA ESPAÑA ha entrado en exclusiva a la parte del complejo en la que trabajó el Ayuntamiento de Valdés durante meses con el fin de posibilitar el paso de los visitantes y recuperar especies de gran valor y amenazadas de muerte.

Pese a las apariencias, nada de lo que se ve en este bosque-jardín es azaroso. Detrás de esta amalgama de plantas y especies de distintas y algunas lejanas procedencias, está el trabajo intenso de un paisajista, el valdesano Rafael Ovalle, quien al calor de los deseos y propuestas de su propietario fue dibujando en los años noventa un espacio con una frondosidad inusitada para la zona en la que se ubica.

Campanario en el bosque-jardín, desde donde se puede ver Punta Muyeres. | A. M. Serrano

Ovalle, después de años de ausencia voluntaria, ha vuelto al conjunto a petición del Ayuntamiento para participar en la mejor recuperación del espacio, respetando siempre su diseño original. “El gran problema del bosque-jardín fue el abandono”, confiesa sin titubear Ovalle, mientras pasea por las sendas, ahora abiertas y hace solo unas semanas casi intransitables.

“El gran problema del bosque-jardín fue el abandono”, confiesa sin titubear Ovalle

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El paisajista añade que algunas especies de notable valor corrían incluso peligro de muerte. Zarzas tan altas como camelios o plantas sin luz para sobrevivir hacían el paisaje diferente a lo que en su día fue. Tras una actuación “ordenada y muy bien planificada” por parte del Ayuntamiento, será posible visitar el ala oeste del bosque-jardín, una zona “con un encanto especial por ser más abierta”, señala el especialista, “y por mirar al Mar Cantábrico y a la montaña con toda la plenitud”.

Flor de un magnolio yulan. A. M. S.

El entorno marca, efectivamente, la diferencia de un jardín levantado con entusiasmo, mimo y tesón. Fue José Rivera Larraya, madrileño enamorado de Luarca, el que compró primero una casa con un jardín de 500 metros en El Chano. El terreno inicial para diseñar un jardín según sus deseos se quedó pequeño. El propietario pidió a Rafael Ovalle una composición “de pazo”. Aquel rincón se quedó entonces pequeño y José Rivera, tal y como cuenta Rafael Ovalle y como conocen los vecinos del pueblo, fue comprando fincas. Poco a poco. Una a una. Al precio que fijaban los propietarios. Objetivo: tener un jardín y un lugar de disfrute al aire libre mirando a las aguas del Mar Cantábrico.

El propietario fue adquiriendo plantas y árboles a dictado del especialista Rafael Ovalle. Fue asimismo poco a poco generándose un bosque-jardín que no bebe de estilos cerrados ni de modas; que apela a la frondosidad; que, como apunta Ovalle, es jardinería “vernácula”.

Al fondo, un magnolio en flor. | A. M. S.

Con el paso de los años el conjunto fue cambiando. Hoy hay ocho kilómetros de senda, según calculó el Ayuntamiento, en una superficie de 10 hectáreas. La falta de dinero para mantener semejante espacio cambió su destino. Ahora, como quien busca el origen y el “genius loci” (espiritu protector) de un lugar, se hacen podas controladas; se han hecho talas de árboles que ponían el peligro a otras especies de gran valor y se ha vuelto a soñar con disponer para su disfrute de un lugar “mágico”, como indica el concejal encargado de las actuaciones, Jesús Fernández.

La ubicación, la biodiversidad, los ejemplares de diferentes continentes y un cromatismo cambiante con las estaciones hacen del bosque jardín de Luarca “un lugar muy atractivo”. “Incluso en el mismo día, cambia la luz”, señala Ovalle, quien en sus trabajos busca emocionar al espectador o visitante.

Para el jardín hay, además, un plan de futuro. Esta primavera no será posible ver todo lo que se sembró y cuidó Ovalle. El paisajista tiene ideas para recuperar el entorno y devolver la composición a su origen, pero también para continuar con un diseño atractivo y único. Se busca una composición “impresionista”, en recuerdo al movimiento pictórico. Tanto es así que, como si se tratara de un cuadro de Claude Monet, dentro de dos años el acceso al jardín se hará por un paseo de hortensias azules. El camino que llevará a la taquilla permitirá ver algo de las alas este y oeste del jardín. “Se democratiza un espacio”, subraya Rafael Ovalle. Quiere decir que no será en realidad necesario pagar la entrada para disfrutar de las primeras vistas del conjunto.

Laguna cerca del mirador de la pirámide. | A. M. Serrano

En este tramo de pase público también lucirán puntualmente camelias blancas, creando un efecto sorpresa entre la “nube azul” de hortensias. Lo que se busca es “provocar” a la persona y que se interese por ver el interior del jardín y disfrutarlo. “En dos años lucirá espectacular”, insiste el paisajista.

Dentro de dos años el acceso al jardín se hará por un paseo de hortensias azules

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Mientras tanto, continúa la que se podría llamar “restauración”. Se han podado las múltiples camelias de la parte del jardín que hasta la fecha no se podía visitar. “Una poda agresiva pero necesaria”, lamenta Ovalle. Y una poda que permite, por otra parte, ver una paisaje hasta ahora oculto. Desde el ala oeste se disfruta también gracias a la recuperación de la ladera este. Se observan con nitidez azaleas y magnolios y quien es ducho en paisajística y jardinería “lo percibe de un golpe de vista”. En la tramo de la senda más alto, y sorteando impresionantes bambúes, sorprenden las vistas a Luarca. “Es un gran atractivo de esta parte del jardín: su apertura, sus vistas únicas, las ventanas que se crean para mirar a la costa y que emocionan”, destaca Ovalle.

En esta área del bosque-jardín tienen gran poder los miradores que permiten observar con plenitud el paseo del muelle, el faro y a la capilla de La Atalaya. No es la única sorpresa. Hay en el recorrido variedades de camelias hoy imposibles de conseguir y en un acceso a un mirador que es una pirámide, luce un algarrobo milenario. En otro de los tramos pronto olerá a azahar y si el bosque-jardín se visita temprano el sentido del oído también se pondrá en marcha con el trinar de los pájaros. Todo desde la “frondosidad” de un bosque-jardín diseñado para ser único por su armonía y cuidada composición.

El Ayuntamiento de Valdés mantendrá las condiciones de visita del año pasado. Como novedad, podrán visitar una parte del jardín las personas con limitaciones físicas. Se estima que todo el recorrido se puede hacer en cuatro horas. “Es un lujo”, dice el concejal Jesús Fernández, quien desea que el conjunto sea tan querido entre los valdesanos “como apreciamos desde el Gobierno”.

“Es un lugar único del que deberíamos disfrutar los vecinos los primeros”, sostiene Fernández. Precisamente para hacer accesible la entrada a los residentes se podrá adquirir un pase anual por diez euros. El precio de la entrada general será de tres euros. Para grupos de diez personas serán dos euros y para colectivos especiales, 1,5 euros.

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