A principios de 2017 los vecinos de San Tirso de Abres, Vegadeo, Castropol y Taramundi recibieron con pesar la decisión de prohibir la plantación de patata como medida para frenar el avance de la Tecia solanivora o polilla guatemalteca de la patata. El Gobierno del Principado recogió a los vecinos el producto que tenían listo para sembrar y se llegaron a arrancar plantaciones. Fueron los primeros en sufrir restricciones y los últimos en librarse de ellas, así que cuatro años después toda Asturias recupera este cultivo de gran arraigo y tradición.

Aunque los cuatro concejos citados fueron los primeros, progresivamente se incorporaron otros muchos de toda la región al paquete de restricciones. Entre ellos, Cudillero, Navia, Valdés y Pravia, que también se liberan ahora de la prohibición. En los ocho municipios es obligatorio declarar las plantaciones y, según la información que maneja la Administración regional, hasta la fecha se han declarado un total de 429 (Valdés va a la cabeza con 168).

Cuatro años después de que comenzaran las restricciones, en casa de Pepe Vior, más conocido por Pepe de Carlos, en la localidad castropolense de Iramola, se ha vuelto a cultivar. “Volveremos a tener las patatas de siempre”, aplaude su mujer, María Irene Álvarez, que nunca terminó de acostumbrarse al sabor de las compradas en las tiendas. Acaban de sembrar cincuenta kilos de semilla, de las variedades “baraka” y “spunta” y, si todo va bien, en agosto recogerán entre 800 y 1.000 kilos del preciado producto.

Pepe lamenta el daño que este parón ha provocado en el cultivo pues, en 2017, casi todas las casas del pueblo sembraban y ahora solo son dos los vecinos que se han animado. “Si tienes que comprar todo lo necesario para el cultivo, te sale más barato comprar un saco de patatas listas y no sembrar”, reflexiona su hijo, Carlos Vior. Explica que antaño era raro encontrar una casa que no sembrase porque el tubérculo, además de ser sustento para la familia, servía para alimentar a los animales. “La patata aquí es un producto apreciado”, añade.

Esta familia castropolense, que cultiva en ecológico, cuenta con una máquina sembradora, por lo que el proceso de siembra es relativamente rápido. Las diez áreas que sembraron quedaron listas en apenas media hora. Cuenta Pepe que la patata requiere un buen abono, una cama con tierra suelta, no demasiado mojada, y mucho sol “para que sean más gustosas”. Con muchas horas de sol la producción merma, pero, dicen, compensa por el buen sabor. Al plantar en ecológico tienen pocas armas para combatir las plagas más temidas, como la botrytis. “Es un hongo del pie del tallo que afecta en años muy húmedos”, indica Carlos Vior, que es ingeniero agrónomo de profesión. Otro problema puede ser el mildiu, una enfermedad causada por hongos que podría aparecer en mayo. Con todo, esta familia se muestra optimista y confía en que 2021 sea buen año de patatas. Si todo va bien, la planta asomará entre quince y veinte días.

Semillas de patata utilizadas en Iramola. | T. C.

Aunque en Iramola nunca llegó a haber polilla sufrieron las restricciones con dureza y ahora están obligados a declarar el cultivo. Algo parecido pasó en Mones, un pueblo del concejo de Valdés, donde reside Héctor Garrido, que tiene 41 años y vio plantar patatas en casa desde niño. “Son las nuestras, en sabor no tiene comparación”, dice.

Los últimos cuatro años no pudo sembrar ni recoger fruto de la siembra por las restricciones impuestas por el Principado. Él cree que en su pueblo y los cercanos “no había polilla”, pero aún así, “tuvimos que acatar”. Al final, “nos pasamos cuatro años sin disfrutar de buenas patatas”. “Estamos contentos porque volvemos a comer lo nuestro”, asegura, convencido de que lo que se siembra en el huerto de casa “con abono natural y libre de química” tiene poco que ver con lo que con mucha frecuencia se compra en los supermercados. Héctor Garrido preparó 20 áreas de terreno y espera poder recoger entre 35 y 40 sacos de 40 kilos cada uno. El destino: familiar. “Tenemos para comer nosotros todo el año y para el alimento de los cerdos”, concreta.

El valdesano mira más ahora para el cielo, que parece tener más peligro que el insecto. “Creo que no habrá polilla, pero no sé qué pasará con el tiempo”, manifiesta. El tiempo frío que se avecina “no ayuda para nada”, destaca a la vez que reflexiona sobre lo que cambió la meteorología de cada estación. “De eso sí tenemos que estar pendientes”, opina.