La valdesana Belarmina Garrandés cumple cien años y desvela el secreto de su longevidad

Canta, reza, como poco y recuerda que trabajó mucho: "Hay que salir (de los problemas) como se puede y no como se quiere"

Cantar, rezar, comer poco y trabajar mucho: el secreto de la valdesana Belarmina Garrandés para llegar a los cien años

Ana Serrano

Ana M. Serrano

Ana M. Serrano

La valdesana Belarmina Garrandés acude a la entrevista con sus mejores galas. Dice que le gusta estar guapa y todas las semanas espera por la voluntaria que hace la manicura. "Esta semana, no vino", se queja. "Mina", como la conocen sus allegados, cumplirá el 12 de marzo 100 años. Por su forma de comunicarse, parece más joven.

"Mina" nació en una casa ganadera de El Chano. Es la pequeña de cinco hermanos. Cuenta que no conoció a su padre, pero tiene presentes las enseñanzas de su madre. Fue con ella con quien empezó a cantar. Esa fue una de sus grandes pasiones. Sobre su vida, habla a tramos. Tuvo una infancia de trabajo. Lo primero que cuenta es que en la vida "trabajé mucho". Quizás, dice, ese sea el secreto de su longevidad.

Recordando andanzas con el fin de contar a su interlocutor le viene a la mente la primera anécdota. Caminaba desde El Chano a Santa Marina y Tox con Luisa Meana portando 60 kilos de maíz de en la cabeza. Se molía aquel grano en Otur y muchas veces se veían obligadas a atravesar los montes huyendo de la inspección.

Recuerda ir a Setienes a "sachar", trabajar en la Fonda Covas de Luarca, que un sapo "me dejó así el dedo" (y muestra el dedo). Y otras tantas cosas. Todas las cuenta con energía. A veces, se queda mirando fijamente a quien pregunta, y arranca: "Tendía ropa en la panera y allí me quedaba a dormir; al día siguiente bajaba a la cocina y mi madre me decía: 'no te oí llegar', ¡Claro! ¡Cómo me iba a oir si no dormía en casa!". Ríe poco mientras cuenta y cuenta, pero en su verbo hay palabra feliz.

La vida le dio salud de hierro. Enumera las dos dolencias que la fastidiaron: una apendicitis agua y migrañas. "¡Ay, las migrañas!", exclama. Por ellas tuvo que dejar de cantar como lo hacía. Se confiesa cantarina y al tiempo que lo dice, sus terapeutas (presentes en la entrevista), revelan que durante algún tiempo la llamaban "andarina". Tanto era lo que caminaba. "Yo nunca hice daño a nadie", cuenta mientras intenta pensar y repensar el secreto de su larga vida. Cuando tiene que pasar de la infancia a la juventud , llega al nacimiento de sus hijos. "Dos los tuve antes de casarme", confiesa sin miedo porque "quiero contar la verdad". Después del matrimonio llegaron otros tres. Una de sus hijas se murió "del corazón". "Mina" pasa consciente y por alto este capítulo tan triste de su vida para detenerse en otros. Porque, sin ir más lejos, "cómo cocinaba 'Mina'". Arroz con leche, brazo gitano, empanada, potaje de calabaza... El último no está en todos los recetarios. ¿De dónde sale? "Mina se lleva un dedo a la cabeza": los tiempos y la escasez apuran el ingenio.

Un día le dieron unos "arbeyos" y los cocinó a su gusto, innovando en la cocina como le gustaba hacer. Le preguntaron por la receta. "No hay que cocerlos, hay que cocinarlos", revela ahora.

Ante los problemas, "Mina" tiene temperamento. "Hay que salir como se puede y no como se quiere", concreta. Ahora ve el mundo "un poco del revés", pero no se detiene a pensar más allá. Reza mucho, come poco, habla bastante con sus compañeros de residencia, no se pierde la gimnasia; le encanta la sopa y dice que cantaba como Lola Flores. Cuando no puede dormir, "hace ejercicio". Sabe de memoria los pasos de los brazos y recuerda con alegría sus tiempos de baile, algo que también adoraba hacer. "En las fiestas bailaba con las viejas, que eran las que sabían bailar", apunta. Ahora disfruta cuando puede de sus seis hijos, ocho nietos, seis bisnietos y una tataranieta mientras en la residencia Abhal de Luarca, donde vive, cuentan que vive feliz y también que tiene una personalidad "arrolladora". "Donde va triunfa", opina la terapeuta Tamara González, a quien "Mina" dice querer "mucho". El próximo martes, día de su cumpleaños, la residencia le hará una fiesta: la que se merece.