Crónica de una jornada negra en Ibias: el experto pescador y nadador que encontró la muerte en el río donde "echaba muchas horas"

Los allegados de José Fernández Méndez, de 74 años, no se explican su trágico fallecimiento practicando una de sus aficiones favoritas: "Era muy conocedor de los cauces de esta zona"

VÍDEO: El rescate en helicóptero del cuerpo del pescador desaparecido en Ibias

Demelsa Álvarez

El concejo de Ibias amaneció este sábado sobrecogido por el fallecimiento de su vecino José Fernández Méndez mientras pescaba. Era un experto pescador y nadador; por eso mismo nadie se puede explicar qué le pudo pasar para encontrar la muerte en el río Ibias, un lugar al que acudía con frecuencia para disfrutar de largas jornadas de pesca.

Precisamente, el viernes salió sobre las diez de la mañana de su casa de San Antolín de Ibias para pasar todo el día pescando. Fue un día de altas temperaturas para la época, una característica que los que saben de pesca aseguran que es propicia para que los peces piquen, y él quería aprovecharlo. Las alarmas saltaron cuando al caer la noche no regresó a casa. En ese momento, comenzó un dispositivo de búsqueda que trabajó durante toda la madrugada, aunque no fue hasta pasadas las once de la mañana del sábado cuando dos vecinos de San Antolín, que formaron parte como voluntarios de la búsqueda, encontraron el cuerpo en la cola del embalse de Salime, en las proximidades del pueblo de Marentes, lugar del que fue evacuado por el helicóptero de bomberos.

José Fernández Méndez, que tenía 74 años, tal y como indicaron sus allegados, había salido a pescar a la zona del río Ibias en la que desemboca su afluente el Aviouga. Para ello dejó su coche en la pista que va al pueblo de Uría y desde ahí se internó en el río. Sus familiares fueron los que dieron con el coche y avisaron a los cuerpos de seguridad de su desaparición. Una vez que llegó el dispositivo de búsqueda a la zona comenzó el rastreo del cauce y pronto dieron con la caña de pescar y la cesta del pescador en la orilla del río, a unos metros del lugar donde había dejado el coche.

A lo largo de la noche se fue incrementando el dispositivo de búsqueda en el que participaron el Jefe de Bomberos del SEPA de la Zona Noroccidental, efectivos de bomberos de los parques de Valdés, Cangas del Narcea y La Morgal, la Unidad de Drones, la Unidad Canina, el Grupo de Rescate, Agentes del Medio Natural y Guardia Civil, además de un nutrido grupo de vecinos.

Finalmente, fueron dos vecinos los que hallaron el cuerpo. José Álvarez, que formó parte del grupo de voluntarios que salieron a la búsqueda del pescador, explica que fue un reflejo del reloj con el sol y de los reflectantes de la ropa los que llamaron la atención de las dos personas que dieron con él. “Estaba en una zona del río que hacía como banzao (una pequeña presa), nosotros íbamos hacia allí porque un vecino de Marentes nos dijo que si había bajado por el río seguramente estaría allí; y efectivamente así fue. Cuando subíamos, nos vimos con los dos vecinos que lo habían encontrado”, relata.

Cuando se corrió la voz sobre la zona donde apareció el cuerpo, numerosos vecinos se fueron congregando en el punto más cercano de la carretera. Allí estaban los familiares y muchos conocidos se sumaron a acompañarlos en la tensa espera por la recuperación del cuerpo. Desde la carretera, por la distancia y la vegetación, no se podía ver el cauce, pero allí estaban aguardando a ver el desenlace del rescate. Finalmente, fue el helicóptero quien sacó en volandas y suspendido el cadáver de una zona de difícil acceso.

“Pescar era lo de él, por la zona de San Clemente lo veías subido por las peñas y que fuera aquí donde perdiera la vida, no se explica”, se lamenta José Álvarez, que cuenta que una de las hipótesis que se barajan sobre lo que pudo suceder es que se adentrase en el río para desenganchar la cucharilla de la caña, ya que es una parte que le faltaba de los aparejos que se encontraron en la orilla del río.

Todos los que lo conocían coincidieron en destacar su gran afición por la pesca y no se escondía la sorpresa de que fuese precisamente a él a quien le sucediera esta tragedia. “Era muy aficionado a la pesca, echaba muchas horas en el río y era muy conocedor de los de esta zona”, explica el vecino Carlos Méndez.

De hecho, sus allegados destacan que muchos pescadores que venían de afuera recurrían a él para que los llevase a los mejores sitios para conseguir capturas. También ponen énfasis en que era un gran nadador, uno de los mejores que podía haber en el concejo y que se mantenía muy ágil y fuerte a sus 74 años.

José Fernández era natural de San Antolín de Ibias y en los concejos del Suroccidente desarrolló su vida laboral como electricista para la hidroeléctrica. Un trabajo por el que era muy conocido en la zona y también muy estimado entre sus vecinos. Deja dos hijos y desde que se jubiló compartía su tiempo con estancias en Oviedo y en su casa de Ibias con su mujer. En invierno solían estar más tiempo en Oviedo, pero al llegar la primavera la estancia en San Antolín se alargaba, ya que allí cultivaban un huerto y practicaba su afición como pescador. También era cazador y, de hecho, pertenecía a la peña La Peñona.

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