En el alma del Museo Etnográfico "Pepe El Ferreiro" de Grandas de Salime: esto es todo lo que cuentan sus espacios

"Poder explicar que el patrimonio material no se puede entender sin el patrimonio inmaterial es un regalo", dice el experto en tradición oral Xosé Antón Fernández, "Ambás"

En el alma del Museo Etnográfico "Pepe El Ferreiro" de Grandas de Salime: esto es todo lo que cuentan sus espacios

Ana M. Serrano

Ana M. Serrano

Ana M. Serrano

Veinte personas de las asociaciones "Amigos del Museo de Grandas de Salime" y "El Carpio", ambas de Grandas de Salime, se reunieron con el experto en tradición oral asturiana Xosé Antón Fernández, "Ambás", para escuchar todo lo que cuenta el Museo Etnográfico Pepe El Ferreiro a través de sus espacios y material. Fue una actividad mágica porque celebra el 40º aniversario de prestigioso y famoso centro cultural y porque logró parar el tiempo para volver atrás.

El grupo empezó su andadura en a lareira, donde "Ambás" explicó con maestría qué se hacía antes en la cocina. No se trató solo de enumerar acciones, sino más bien de recrearlas, pero sin excesos teatrales. "Poder contar que patrimonio material no se puede entender sin el patrimonio inmaterial es un regalo", dijo el especialista, quien presentó la peculiar actividad como un regalo que él mismo quiso entregar a los amantes del museo y a aquellos que trabajan en la conservación del centro grandalés. "Aquí (en a lareira) se cantaba, se rezaba, se dormía la siesta, se blanqueaba la ropa blanca...", recordó "Ambás", quien no se detuvo en la numeración ni en la explicación. Con esta seguridad que solo ofrece la persona que estudia a fondo una temática, el por un día guía del Museo Etnográfico Pepe el Ferreiro, recreó la bendición del horno del pan, colocó a paira (pala) y el rodalo del forno como se hacía antaño (recordando la Cruz de San Andrés), buscó una mazadeira y recitó: "Maza meu leite senón comereite, maza mía nata senón douche a gata". "Ambás" contó con maestría un cuento popular y se atrevió con el romance "A mal casada", recreó cómo se utilizaba a tixela y una llave para hacer música o cómo se dormía a los bebés con el movimiento la cadena de el llar o a gamayeira da lareira. Y después de hacerlo todo y bajo la atenta mirada de los participantes expresó un lamento: "Cada día hay menos gente con quien hablar de estas cosas, de cómo, por ejemplo, se curaban as espías venenosas, de sapo o de sapagueira". 

Lo que ocurrió en el museo tuvo algo de magia porque de alguna manera los objetos cobraron vida y sentido. Se descubrió su por qué, su para qué y su evolución. Contó "Ambás" que no todos los museos tiene la suerte del de Grandas que sabe, por ejemplo, de dónde procede el gran telar que preside una de las estancias del centro. Este espacio dedicado a las hilanderas y a las obras de arte que hacían antaño las mujeres de la zona rural también cautivó a los presentes. La presencia de la hija de la mujer que hiló en el telar, Elena Lozano, conmovió al público: "No me enseñó a hilar porque ella pasó mucho frío".

"Ambás" habló del ruido de la muela moliendo, de los cantares pinsando la manzana, del sonido de las ferrerías que hizo posibles estrofas, de cómo gracias a unos refranes se transmitía cómo se blanqueaba la ropa con agua y ceniza: "Tres templadías, tres calentías e tres ferventías". Visitaron la sala, la bodega, la taberna, la ferrería, el hórreo, la capilla y el molino. 

El estudioso opinó más tarde que para preservar esta tradición oral hace falta más sensibilidad. "Somos un país acostumbrado a las subvenciones, no digo que no sean importantes, pero sí que lo que se debe hacer es llevar a los niños a lugares como estos, en los que está depositado este saber", expresó. Al finalizar, los aplausos fueros muchos, como las lecciones.

La directora del Museo Etnográfico Pepe el Ferreiro, Susana Hevia, agradeció a los protagonistas de las actividades del sábado, (cuando se ofreció un concierto taller de baile tradicional con Ramsés Ilesies, Eva Braga y Nel Villanueva) y, de ayer, con la entrega de dos trilladeiras, una xarra y una cimbreira.