Adivinos, videntes, brujos, o amigos del Tarot han sido siempre profesiones muy solicitadas Ñel emperador Julio César convocaba con frecuencia a sus augures para que le predijeran el resultado de la próxima batalla, y, como era lógico, cuando le pronosticaban una derrota se abstenía de entrar en combateÑ. Un interés por el porvenir que tiene su explicación si se piensa que a todos, en mayor o menor medida, nos agradaría encontrar a ese brujo, quiromántico o hechicero de la tribu que nos desvelara nuestro futuro, sobre todo si éste se anuncia con los colores del éxito que, como se sabe, son aún más abundantes y refulgentes que los del mismo arco iris.

Puestos a indagar en fórmulas secretas y en números zodiacales, en pseudociencias mánticas y en complicadas astrologías, entre otros trucos adivinatorios que han sido utilizados desde las civilizaciones neolíticas, quizás sea bueno recordar que a veces la clave de esa correcta predicción se encuentra próxima a nosotros, y que observar el fermentado de un Rioja o de un Ribera del Duero puede ser más interesante que dejarse guiar por el vuelo de las aves o por las vísceras de un cordero lechal.

Y es que no hay grupo tribal o individuo al uso que se escape de ese proceso vital Ñel vino como elemento energético vivoÑ según el cual un caldo tendrá más o menos futuro dependiendo del cuidado que se ponga en cada una de las fases de su elaboración, que, en palabras de Javier, el dueño de la sidrería La Pomar, de La Felguera, se pueden resumir en crecimiento, zona estable o de meseta y un inevitable deterioro final.

Así pues, no parece difícil ponerse de acuerdo en que estamos abocados a la tarea de ir organizando el natural desorden (entropía) que poseen las moléculas de nuestro cuerpo desde su nacimiento. Y puesto que no hay ninguna regla que asegure un éxito, ni siquiera provisional, algunos prefieren llenarse de aire a edades muy tempranas, a riesgo de que tanto oxígeno les impida pasar de jóvenes, del mismo modo que otras personas se preocupan por hacerse crianzas con futuro, es decir, reservas con unos cuantos años de dignidad en su cosecha particular.

Lo que no impide aceptar que el triunfo se revela, sobre todo, como un momento de gozo efímero, y que, inevitablemente, tras los colores y la sinfonía de ese maravilloso elixir Ñsea un Vega Sicilia Reserva Especial o un Rioja del 2005 con alta personalidadÑ se encuentra siempre un vacío o aguado en el paladar, que se vuelve más ajerezado o rancio a medida que pasa el tiempo, hasta que se enturbia y acaba desapareciendo por completo.

De todos modos, y durante ese tránsito desde la vendimia infantil hasta la levadura final de nuestra vida, resulta conveniente extremar las precauciones a la hora de escoger un buen tapón. Pues no es lo mismo uno relleno de serrín, o poroso por todas partes Ñen este país ya tuvimos un desgraciado ejemplo político de un tapón gallego de parafina que no dejaba pasar el aireÑ, que otro más flexible y que deje entrar el oxígeno necesario para transpirar con libertad.

Lo dicho: a probar un buen caldo, antes de que nos suba el nivel férrico que anuncia el ya inminente deterioro de nuestro cuerpo. Eso sí, hagamos caso a la práctica del emperador Julio César y no degustemos el primer sorbo sin consultar antes con los oráculos. No sea que confundamos la calidad de la añada con el brillo del botellero, algo que, por desgracia, sucede con cierta frecuencia.