Si entonces mintieron ahora no hay ni una sola razón para hacerles caso. Si hace tres meses aseguraban que la crisis económica era nube de verano -quienes alertaban eran tachados de antipatriotas- ahora que en España el paro está creciendo al ritmo más alto de los últimos treinta años, ¿cómo escuchar siquiera lo que sentencian Zapatero, Solbes, Sebastián y compañía?

Siendo los engaños evidentes de toda evidencia, me temo que el personal sigue encantado con los socialistas; más aún, a lo largo del año se irán un millón de personas al paro y no me extrañaría que un análisis de opinión detenido revelase que en su mayoría votan al PSOE y piensan continuar en las mismas. Como dice el refranero popular: sarna con gusto no pica. Estamos en la línea de aquel legendario lema: «¡vivan las caenas!».

Negaron la evidencia cuando los editoriales de los principales periódicos económicos internacionales avisaban de la dificilísima situación de la economía española, así que ahora inventan cualquier patraña pueril y en paz. Y mañana -o mejor ayer, porque han empezado- se le echa la culpa a Aznar y todos tan contentos.

En un país acrítico, el que manda puede hacer lo que le de la gana, incluyendo arruinar a los mandados, y no ocurre nada.

Ojo que el acriticismo se va a agudizar porque el pacto PSOE-PP que están ya administrando ZP y Rajoy -si no lo cumplen al pie de la letra ahí están agazapados Bono y Gallardón, con rictus de sucesores- pues eso, el pacto de los socialistas y los populares- inspirado, sugerido o impuesto por los innombrables, vulgo poderes fácticos- implica que ni la oposición puede abrir la boca.

Por eso Rajoy calla ante el trasvase del Ebro, mil veces negado y, ajajá, en un instante aparece con tubería y todo.

Tiempo de silencio como aquel que hizo época. El guión nos pinta rotos en tres o cuatro países y al rabo de Francia. Por algo De la Vega, en vísperas del Dos de Mayo, se ha lanzado a vitorear a los afrancesados.

Tanto heroísmo para esto.