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Velando el fuego

Pasión de domingo

Que Baudelaire hablara del arte como «los domingos de la vida» puede servir para que los forofos del fútbol identifiquen la pasión del último día de la semana con la sal de todos los días, o que confundan los pantalones cortos de la infancia con el olor de la hierba recién cortada.

No parece difícil ponerse de acuerdo en que el fútbol es un vehículo transmisor de identidades más o menos dudosas, pero que, en todo caso, los domingos tienen una cita inexcusable consigo mismas cada vez que el balón se pasea por delante de la portería. Lo que suceda después -si por fin el esférico decide alojarse en el interior de la red o se aleja displicente en busca de nuevos territorios- no es más que la prolongación de un acto que ya ha cumplido con su función, por mucho que nunca falten esos fanáticos de turno que sólo aplauden cuando son sus actores preferidos los que se asoman a las primeras filas del escenario.

Más allá de tantas transgresiones sociales o literarias -el fútbol, como novela de misterio, pródiga siempre en sorpresas, o como fenómeno de masas que se diluyen en el color de unas camisetas-, lo que sí parece indudable es que la identificación entre la suerte de una pelota y el destino de una ciudad es algo más que un episodio casual. Y si no, que se lo pregunten a tantos dirigentes municipales de equipos de fútbol de la Primera División que este fin de semana -descensos y entrada en Europa incluidos- apelaban al orgullo deportivo para galvanizar el espíritu de una ciudadanía que parece más interesada por los fueras del juego que se producen en el césped que por las infracciones que cometen sus gobernantes.

De todos modos, por lo que a los principales equipos asturianos respecta, este año parece que puede asegurar una buena cosecha. El Sporting de Gijón tiene muy cerca dejar atrás diez años de baldío en la Segunda División, y por lo que al equipo del Oviedo se refiere, está ante una buena oportunidad para ir labrando poco a poco el terreno que devuelva a sus aficionados las ilusiones que se fueron agostando por distintos motivos.

Por lo que hace mención a nuestra cuenca, el equipo más representativo tiene por delante una nueva cita con la perseverancia, que, a fin de cuentas, es esa virtud por la cual todas las demás acaban dando fruto. Es cierto que la mudanza de los tiempos no permite mirar el mundo con los mismos prismáticos de antes, pero siempre podemos consolarnos pensando que todos los cambios viajan acompañados de su inevitable cuota de melancolía. Por mucho que se quiera sustituir con nuevas denominaciones -pivotes o carrileros, entre otras- a los interiores que dibujaban filigranas en la verticalidad del área o a los extremos que eran capaces de superar el aliento de un gamo cuando corrían por la banda, el fútbol sigue siendo una ecuación cuya incógnita se resuelve cada vez que un jugador acierta con la portería contraria. De ahí que, experimentos lingüísticos aparte, la pasión de los domingos se desborde cuando el balón, verdadero protagonista del espectáculo, hace un guiño a nuestros colores.

Confiemos en el Unión Popular de Langreo en este nuevo intento de ascenso de categoría. A pesar de enfrentarse a un rival más poderoso económicamente, a veces se cumple lo que dice un proverbio chino: en ocasiones es más fácil clavar un cuchillo en el buey que una uña en la pulga. Suerte.

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