Hace tres años recorrí unos 5.600 kilómetros para hacerme una foto junto al puente de Brooklyn, en el Nueva York que Woody Allen había retratado en sus películas y que alberga la historia de la inmigración europea en América, los judíos, el jazz o los rascacielos y que tantas veces había visto en la gran pantalla. Poco después, Allen cambiaba su escenario neoyorquino, algo que años antes resultaría antinatural como es sacarlo de la Gran Manzana para rodar en Europa, y lo hacía por algo casi impensable como la iglesia de San Nicolás de Bari. Desde el Nueva York de Allen cogí un avión hasta California, recorriendo unos 4.200 kilómetros, para hacerme una foto en el Paseo de la Fama de Los Ángeles, en Hollywood Boulevard, con la estrella en el pavimento de uno de mis actores favoritos, Kevin Spacey. Un par de años después los pies de Spacey pisaban las baldosas de la plaza de España de Avilés. Un intercambio más que justo. E increíble. Yo cruzando el charco hasta la meca del cine, y ellos haciendo lo propio para pasearse delante de mi casa.

Y la cosa sigue: un premio Nobel de Literatura, grandes nombres de las letras y las ciencias, y como remate Natalio Grueso invita a Brad, Brad coge un avión privado y se planta en la Villa como si tal cosa, ante la perplejidad con la que muchos avilesinos (y medio mundo) se enfrentan a este paseo de estrellas particular que se ha montado Grueso con el Centro Cultural aún sin construir y con la mayoría de los acuerdos apalabrados.

La visita de Brad Pitt ha puesto a Avilés en portadas de todo el planeta, algo que, hay que admitirlo, podría constituir un efecto llamada para el turismo. Miren en Lastres, ellos han sabido aprovechar al máximo el rodaje de la serie «El doctor Mateo», y en Llanes siguen explotando su tirón cinematográfico: la casa de «El orfanato», diferentes enclaves de la serie «La señora», las películas de Gonzalo Suárez o José Luis Garci forman parte de la ruta turística «Llanes de cine». Sin embargo, en Avilés el asunto del Niemeyer está, desgraciadamente, excesivamente politizado, lo que provoca escepticismo y críticas, así que está por ver si sabremos aprovechar las posibilidades que este desfile de celebridades nos ofrece.

Yo, por ahora, prefiero darle un voto de confianza al proyecto, pensar que puede ser el despunte definitivo para Avilés, y soñar con tener la agenda de Natalio Grueso, y la mitad de su poder de convicción. Esperemos que le dure.