La compra compulsiva es tan característica de las Navidades como el turrón, y es casi imposible llegar a la cuesta de enero sin sentirnos culpables en cierta medida por lo comido, lo bebido o lo gastado durante las fiestas. Y por si no ha sido suficiente nos esperan ahí las rebajas, repletas de tentaciones.

La prensa lleva meses presentando estadísticas que indican la disminución del gasto frente al año pasado, con cifras que oscilan entre un 4,5 y un 10%, tanto en Navidad como en las rebajas, y aunque el aumento del paro respecto al cierre de 2008 es de un 19% en Asturias y un 25 de media española, ni siquiera la crisis impide salir a comprar a lo loco. Se preveía que el gasto medio de los asturianos durante estas las fiestas sería de unos 722 euros, de los cuales 225 se destinarían a regalos. Para los que presumían que estas Navidades se iban a caracterizar por la austeridad he de decirles que a pesar de la crisis y el desempleo, la reducción de gasto con respecto al año pasado que se pronosticaba es una cifra bastante ridícula dadas las circunstancias: 88 euros menos que no nos van a sacar de pobres.

Comparo los datos de diversas fuentes y compruebo que sobrepaso con creces cualquiera de ellas. Estas Navidades me he gastado sólo en regalos para diez familiares un total de 540 euros distribuidos en desigual proporción, y he recibido de las mismas personas regalos por un importe similar. Quiere esto decir que la transacción resulta de lo más absurdo: el dinero de mis compras es un mero intercambio y mi gasto ha repercutido en mí misma, como si me hubiese comprado en dos días una sobredosis de cosas que el resto del año tardo meses en comprar o que, simplemente, nunca me compraría. Repaso todos mis regalos y veo que he recibido 16 objetos (libros, diversos aparatos tecnológicos, productos cosméticos, entre otras cosas) y podría decirse que un 25% de ellos son (relativamente) necesarios, frente a un 75% de lujos innecesarios, objetos superfluos o simples caprichos, llámenlos como quieran, que son posiblemente los que más nos gusta recibir. A pesar de todo, aunque en estas fiestas prime el consumismo y lo material, siempre hay otras cosas mucho más deseadas: las reuniones con familiares y amigos, la visita de los que están fuera y regresan -como el Almendro- a casa por Navidad, la salud de los que nos rodean, la llegada de nuevos miembros a la familia, otro tipo de regalos que uno espera recibir y que el dinero, por suerte, no puede comprar.