En 1910 se publica una normativa que permite a las mujeres matricularse en la Universidad en igualdad de condiciones que los hombres y opositar una vez obtenido el título. Hasta esta fecha la presencia de las mujeres en el ámbito universitario es escasa, y los trámites necesarios, muy diferentes a los hombres. Para empezar no estaba permitida su entrada (en 1842 Concepción Arenal se vestía de hombre para ir a clase), éstas debían solicitar un permiso especial para estudiar y debían examinarse por libre.

En realidad no existía una prohibición expresa que impidiese a las mujeres matricularse, sino que ni siquiera se había contemplado la posibilidad de que las mujeres realizasen estudios superiores, de modo que algunas mujeres pudieron beneficiarse de este vacío legal. Aún así, a las primeras que lograron licenciarse no se les permitía ejercer profesionalmente con su título.

Durante décadas apenas se hizo referencia a la mujer en las diferentes leyes educativas, y cuando lo hacían siempre se tenía en cuenta esa «condición femenina» que las diferenciaba. En Enseñanza Secundaria algunas materias estudiadas por los hombres como Geometría, Dibujo Lineal, Física o Historia Natural eran sustituidas en la enseñanza femenina por «ligeras nociones de higiene doméstica», «labores propias de su sexo» (que según los «ilustrados» de la época, no eran otras que hacer calceta, corte y confección y encaje de bolillos) y «dibujo aplicado a estas labores» (imagino que diseño de patrones). La idea de que la mujer saltara del ámbito del hogar al mundo profesional dominado por el hombre amenazaba la estabilidad social (fomentada por la Iglesia) en la que la mujer era la perfecta y abnegada madre de familia. Algunas mujeres nos abrieron el camino hacia la Universidad de hoy: María Elena Maseras se matricula en Segunda Enseñanza con un permiso especial del rey Amadeo, en 1872; Matilde Padrós, en 1888, y María Goyri, en 1891 consiguen examinarse por libre y asistir a clase de oyentes. Para ello, debían ser acompañadas por un bedel hasta el aula y nunca mezclase con sus compañeros. Otras mujeres siguen a estas pioneras: María Zambrano, Victoria Kent o Clara Campoamor.

En la actualidad el 55% del alumnado universitario son mujeres, y también constituyen el 61% de los estudiantes que terminan sus estudios. Estas cifras disminuyen cuando hablamos del profesorado (36 por ciento), o de catedráticas (14 por ciento).