Me preocupa que se pague a los agricultores y ganaderos por dejar de producir mientras hay personas pasando hambre. Me preocupa que haya miles de pisos vacíos y gente viviendo bajo los puentes. Me preocupa que cada vez los menos tengan más y los más tengan menos. Nuestra sociedad está enferma, pero no por carencias físicas, sino mentales. Tenemos el doble de lo necesario y el cuádruple de lo superfluo, pero no sabemos apreciarlo ni utilizarlo adecuadamente. No nos falta ni el dinero porque la fábrica de hacer billetes es la única que sigue trabajando a tres turnos. Es preciso un tratamiento urgente o acabaremos como esos pobres desdichados que mueren en la miseria y el abandono, teniendo millones bajo el colchón.

Me preocupa, sin embargo, que vayan a encargarse de curarnos los mismos que nos han puesto así, convirtiendo, con su incompetencia, un caso simple de cansancio en una profunda depresión. Entre los que deciden los tratamientos económicos hay muy poca gente docta en economía (o en contabilidad, siquiera) y demasiados matasanos metidos en política porque eran incapaces de sacar adelante ni un puesto de caramelos en el patio de un colegio. Me siento como un enfermo en el quirófano que se entera de que todos los médicos se han ido, así que la anestesia se la va a administrar un guarda de seguridad con la porra y la operación la va a hacer un fontanero (experto en tuberías) con la llave grifa. Cuando aparecieron los primeros síntomas, dijeron que aquello era una gripe pasajera y nos recetaron aspirinas. Empeoramos y nos dieron más aspirinas. ¿Y ahora quieren curarnos a base de electrochoques? ¡No nos tomen el pelo!

Me preocupa que no se den cuenta de que el sistema está enfermo y necesita tratamiento ideológico tanto como económico. Porque, en los últimos tiempos, se ha hecho un enorme esfuerzo por acabar con cualquier atisbo de ideología y hasta las simples ideas escasean ya. Véase, por ejemplo, la crisis de las hipotecas que afecta a la gente de menos recursos y a los bancos. Cualquier político sensato (y más si es de izquierdas) renegociaría los préstamos y ayudaría a los deudores a pagar. Así los bancos cobran, los ciudadanos conservan su vivienda y se capea el temporal. No se le ocurriría, en cambio, dar el dinero a los bancos porque se quedan con los pisos, que acaban malvendiendo a especuladores, y con la pasta, que emplean en comprar una banca de Taiwán para dar créditos allí a las empresas que se marchan de España en busca de mano de obra semiesclava. Los ciudadanos se quedan en la calle y sin empleo y la crisis se agrava.

Me preocupa, además, que la oposición de «izquierdas» se limite a cuestionar cómo hay que ser de rico para pagar un poco más y acabe diciendo amén a todo. Me preocupa que la oposición de derechas se dedique a oponerse a todo por sistema sin presentar alternativas. Si las tienen y no quieren explicarlas, malo; si no las tienen porque están demasiado ocupados defendiendo a los corruptos y persiguiendo a la justicia, peor. Me preocupa que los sindicatos ladren mucho y muerdan poco, más preocupados en tener contento a quien les paga, que es el Gobierno, que a quien les vota, que son los trabajadores. Si los ciudadanos no nos unimos para aplicar un buen tratamiento «antiparasitario», las vamos a pasar canutas. Y eso es lo que más me preocupa.