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Culpar a la naturaleza

n La más manida de las disculpas

Tan pronto como la madre natura se desmadra un poco, los gobernantes empiezan a pedir árnica al Gobierno Central invocando el término «catastrófico».

La naturaleza no es tan perversa como para provocar cataclismos meteorológicos por qué sí. Existe un elevado cupo de abandono, desidia e irresponsabilidad de los gobernantes y del vecindario, que descuidan a ríos, montes y riberas marítimas. Pirómanos aparte, los incendios forestales son causados por imprudencias humanas y el abandono de maleza y rastrojos de fácil ignición.

Las riadas, de las que supimos algo en Asturias hace un mes, alcanzan su máximo desbordamiento por la suciedad de los cauces y los litorales marítimos por incumplir las ordenanzas de esa ley de costas tan atendida como el «pito del sereno».

No se puede entender que la dramática evacuación de los enfermos hospitalizados en la ribera del Piloña haya ocurrido por desatender las recomendaciones de la Confederación Hidrográfica del Cantábrico respecto a la ubicación a la vera del afluente del Sella del centro hospitalario Grande Covian. Semejante irresponsabilidad ha de ser castigada. Se habla mucho de la falta de transparencia económica de las obras públicas (los famosos sobrecostes) y nada se dice de la falta de transparencia técnica de los gobernantes.

¿Es cuestión de la falta de conocimientos técnicos o del llamado el más común de los sentidos?

En ciertos casos lo más prudente es pedir consejo a los más viejos del lugar. Seguramente sabe más un lugareño que un Grado Técnico Superior.

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