En los oídos de los más viejos del lugar todavía resuenan los 800.000 puestos de trabajo que prometió Felipe González durante la campaña electoral de 1982. Había entonces dos millones de parados según la EPA, y al final de la legislatura ya eran tres millones. González lamentaría más tarde aquel anuncio: «Prometí 800.000 empleos y destruimos 800.000 empleos, y me callo para siempre porque los empleos los dan los empleadores, no el Estado».

Esta semana, el líder de CiU y probable nuevo presidente de la Generalitat, Artur Mas, ha prometido reducir el paro en Cataluña a la mitad durante los próximos cuatro años. Ante un multitudinario auditorio de empresarios, ha afirmado que su objetivo es pasar de la tasa actual, que es del 18% en la comunidad, a una del 10%. El desempleo catalán asciende a 557.000 personas según el Inem; por lo tanto, se está comprometiendo a crear un cuarto de millón de empleos tan sólo en Cataluña.

Si ello es posible con el solo concurso de políticas propias, es de toda urgencia que José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy supliquen o exijan a Mas que les facilite la receta, ya que la traslación española de la previsión catalana significaría crear más de un millón y medio de empleos. Aunque la economía catalana tiene sus propias dinámicas, y los gobernantes se complacen en destacar su apertura europea, lo cierto es que comparte males estructurales con el conjunto de la economía española. Por ello, la pócima capaz de resucitar al Lázaro catalán debe de ser buena también para el español.

Aunque quizás el candidato no tenga pócimas, sino previsiones sobre la salida global de la crisis en toda Europa, y esté prometiendo como conquista lo que sus especialistas le han dicho que va a pasar de todas maneras. Un hombre prudente como Mas no iba a considerar posible una recuperación catalana al margen de la continental.

Felipe González también baso su promesa de 800.000 puestos de trabajo en las previsiones de sus especialistas. En aquellos momentos Artur Mas tenía 26 años y trabajaba en el departamento de Comercio de la Generalitat. Debe tener un recuerdo muy claro del episodio, y debe saber que las promesas las carga el diablo. Por lo tanto, si ha dicho lo que ha dicho, es porque el final de la crisis se acerca, para todo Occidente. ¿Quizás porque vienen los chinos a invertir el que fue nuestro dinero?