Lester Brown, fundador de The Worldwatch Institute y del Earth Policy Institute, decía que ante el vertido contaminante de una fábrica cabían dos respuestas: colocarse a las puertas con una pancarta de protesta o llamar al empresario para hacerle ver el problema y ofrecerse a buscar una solución.

Brown, sin menospreciar la primera opción -que no compartía por parecerle insuficiente y parcial-, optaba siempre por la segunda, es decir, implicarse en el diagnóstico y buscar el tratamiento adecuado sobremanera en aquellas empresas que necesitaban no sólo solventar un problema de medio ambiente sino rediseñarse para ser competitivas en un mercado que valora el compromiso ambiental y social de la empresa.

Por razones similares, la crisis ambiental actual, identificada ya como sistémica, nos obliga a impulsar la política ambiental en, al menos, tres aspectos vitales: reorientar el foco de atención de la acción de gobierno hacia las reformas en el sistema productivo en lo que se ha venido identificando como la generación de una nueva economía ecológica; ampliar el repertorio de la interlocución social, que ya no pueden tener en exclusiva los movimientos ecologistas, sino la ciudadanía en su conjunto y, muy especialmente, los agentes económicos y, por último, explicar bien, comunicar, por qué estamos avanzando en esa dirección.

Durante estos dos años largos en los que Espinosa se ha hecho cargo de un Ministerio de Medio Ambiente que retoma la idea de los gobiernos de Felipe González de vincular en un mismo departamento la competencia ambiental con otra área de naturaleza productiva -entonces la obra pública, ahora la agricultura- se dieron pasos para orientarse en esa dirección hasta tal punto que la política ambiental del Gobierno rebasa, paradójica y afortunadamente, las competencias mismas del Ministerio para «trascender» a otros departamentos. La conclusión es que la práctica totalidad de los ministerios, con el impulso inequívoco del Presidente, se han puesto manos a la obra para explorar su dimensión ambiental. Pondré sólo un par de ejemplos para no ser prolijo: la Unidad Militar de Emergencias del Ministerio de Defensa y la elaboración de una ley de Economía Sostenible que implica preferentemente, pero no sólo, al Ministerio de Economía.

Ahora que Elena Espinosa no está en el Gobierno, lo primero que habría que decir es que entendió que el mejor itinerario para solventar la crisis ambiental era seguir el complejo camino marcado por Lester Brown.

Lo segundo, que fue injustamente vapuleada, e inexactamente calificada como ministra de bajo perfil político, muy técnica y poco «ecologista», por algunos intereses corporativos, por algunos periodistas -que usan el «cuarto poder» como si fuera un bate de béisbol- y por algunos despistados que confundieron su discreción, y su poco gusto por el relumbrón, los focos y la propaganda con la indolencia. Y lo hicieron sin saber que Elena, pragmática y reformista por naturaleza, cultiva, como los auténticos revolucionarios, el gusto por pasar desapercibida.

Y lo tercero, que Elena se ha dejado la piel por poner en marcha la compleja transición de una economía de mercado insostenible -no sólo en lo ambiental, sino también en lo social-, que en el caso español estuvo vinculada los últimos años al consumo del territorio, la difusión de la ciudad y la construcción, hacia una economía social de mercado y ambientalmente responsable, y que lo hizo sin tomar partido entre ecologistas, «buenos», y agricultores, constructores, pescadores, sindicalistas o empresarios, «malos», o viceversa.

Alguien tenía que meterse en el lío, meterse en el hoyo para empezar a construir el cimiento del desarrollo sostenible, asumir y vencer las contradicciones entre la resistencia al cambio de un modelo productivo antiguo y la debilidad emergente del nuevo y hacerlo con cautela porque sobre la crisis ambiental, que algunos todavía consideran superflua, pesa una potente crisis económica, financiera y de empleo que todos consideramos prioritaria.

Los que hemos estado con Elena estos años sabemos lo que ha hecho. La hemos visto trabajar el cimiento del porvenir con una responsabilidad y una dedicación conmovedoras. Ahora que se va es el momento de que lo sepan también el resto de los ciudadanos.