Conoce como pocos las relaciones internacionales de España. Fue ministro de Asuntos Exteriores durante cuatro largos e intensos años: julio 1976-septiembre de 1980. Ahora aparecen sus memorias: «Memoria y esperanza» (La Esfera de los Libros). De ellas evoco un punto que me parece importante: la definición de las relaciones internacionales de España en la Transición.

Al iniciarse la Transición, y además de tratar de solucionar no pocos problemas internacionales, se plantea a España un interrogante: en dónde quiere estar, con qué amigos, con qué aliados. Oreja escribe: «España podía elegir entre varias opciones. Podía ingresar en la Alianza Atlántica y acelerar nuestro ingreso en el Mercado Común. Ése es nuestro sitio... Podía decidirse -para mí un error- por el confuso e inoperante bloque de naciones no alineadas? Por último, podíamos escoger - para mí una gran equivocación- la neutralidad. Pero: ¿Qué era la neutralidad? ¿Quién la garantizaba?... Una cosa es ser neutral y otra quedar neutralizado, como Finlandia, Suecia o Austria, garantizado por los dos bloques y con una capacidad de autodefensa que mal imaginamos para un territorio como el nuestro, con miles de kilómetros de puertos y costa, y dos archipiélagos nada fáciles de guardar, sobre todo el más lejano, con un continente en ebullición a sus espaldas».

El presidente Suárez da la impresión de acariciar una posición de tipo neutralista. En septiembre de 1978 Oreja aborda el tema en público: «Se han interpretado como tentaciones tercermundistas hechos concretos, como la visita a Cuba del presidente Suárez, sus palabras en Brasil rechazando las pretensiones hegemónicas de las superpotencias, la presencia de España en la VI Cumbre de no alineados en La Habana? España no tiene ninguna tentación tercermundista, forma parte del sistema de seguridad occidental a través del tratado con los Estados Unidos? y contemplamos cómo un objetivo la Alianza Atlántica».

Sin embargo, a los pocos días visita Madrid Arafat, recibido con un gran abrazo por Suárez en la Moncloa, foto que da la vuelta al mundo; con la anécdota de que debajo de la guerrera del líder palestino asoma una pistola.

Año y medio más tarde, en junio de 1980, Oreja volverá a lanzar el debate, con unas declaraciones en las que anuncia que el Gobierno planteará el ingreso en la OTAN en 1981. La izquierda parlamentaria reacciona con indignación. Esto es conocido. Menos sabida es la reacción de Suárez: «El viernes siguiente, antes del Consejo de Ministros, el Presidente me dijo que no entendía por qué había hecho aquellas declaraciones? Le contesté que nada de aquello era distinto a lo que nos habíamos comprometido? Era la primera vez, en cuatro años, que Suárez me hacía una observación negativa».

Oreja cesa como ministro tres meses después.

Suárez unos pocos meses más tarde: a comienzos de 1981.

Será el presidente Calvo Sotelo, con Pérez-Llorca en Exteriores, quien lleve España a la OTAN en 1982. Decisión entonces discutida y atacada por la izquierda. Un referéndum, ya con Gobierno socialista, confirmará la permanencia definitiva en 1986. Para entonces España ha ingresado en la actual Unión Europea.

Ha definido su posición en el tablero de las relaciones internacionales. Hasta hoy.