Las tesis «oficialistas» sobre el descubrimiento de América continúan prodigando la idea de que Cristóbal Colón se topó con el Nuevo Mundo cuando realizaba un viaje que tenía como hipotético destino la China y Japón (Chipangu). En otras palabras, C. Colón era un aventurero que ignoraba la longitud del ecuador terrestre y creía que Japón estaba bañado por el Atlántico. Según la misma versión «oficialista», también ignoraba la existencia de unas islas situadas a unas 750 leguas al Oeste de las Islas Canarias. Y como prueba de su manifiesta torpeza, cuando muere en 1506, aún sigue creyendo que no ha llegado a un Nuevo Mundo, sino a la India del Ganges. Semejante falacia histórica, a pesar haber contado con los avales oficiales, no deja de ser eso, un arreglo histórico fraudulento.

La India era conocida en Occidente siglos antes de que Colón proyectase su viaje transatlántico. Desde principios del siglo XV, los portugueses se habían propuesto comerciar con la India navegando por la ruta de África del Sur. El capitán portugués Bartolomé Días, llega a Cabo de Buena Esperanza en 1486. Vasco de Gama llega a Calcuta (India) en 1497. Colón tiene puntual noticia de estos acontecimientos. Su hermano Bartolomé, con el que estaba estrechamente unido, era un reputado cartógrafo al servicio del rey de Portugal, por lo que C. Colón estaba al corriente de los avances portugueses y de sus técnicas de navegación. Es decir, Colón sabía perfectamente dónde estaba la India.

Las Indias, por el contrario, eran territorios cuya posición y extensión no correspondían a un espacio geográfico concreto. En la cartografía del siglo XVI son varios los territorios rotulados como Indias.

Cuando Portugal y España suscriben el Tratado de Tordesillas, en 1494, los marinos portugueses ya tenían pleno conocimiento de la existencia de Brasil -que formaba parte de las Indias- y de ahí su firmeza en exigir que la línea de demarcación, que dividía el Atlántico en dos partes siguiendo un hipotético meridiano, fuese trazada 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde. De ese modo, parte de Brasil quedaría al Este de dicha línea y en consecuencia se sometería al dominio de la corona lusitana.

Cuando el capitán portugués Pedro Álvarez Cabral parte de Lisboa con destino a la India, a la del Ganges, el rey de Portugal le ordena que tome posesión de Brasil -hecho que se produce en abril de 1500-. La Corte española y Colón conocían perfectamente estos eventos. Por lo tanto, las tesis de Martín F. de Navarrete, oficial de la armada e instigador de teorías que presentan a Cristóbal Colón como un marino ignorante que confunde la India con las Indias, carecen de fundamento.

De igual modo, resulta infundada la teoría que atribuye a Colón el grave error de considerar que Chipango se encontraba más cerca de las costas europeas de lo que realmente está. Colón sabía perfectamente que la tierra era un cuerpo esférico, y así la estudia y la representa. Y por tratarse de una esfera -en realidad, un esferoide- sabía que longitud del ecuador terrestre es sensiblemente igual a la de cualquiera de los meridianos. Colón conocía por su larga experiencia como capitán y por sus contactos con otros capitanes las millas que correspondían al arco de meridiano comprendido entre Islandia y África del Sur. Es decir, Colón no ignoraba la dimensión del radio de la tierra, ni mucho menos que la especiería era el gran objetivo de los monarcas occidentales.

En cuanto a los supuestos errores que Colón comete en el cálculo de la distancia a Japón, errores que, según la versión «oficialista» se deben a la falsa interpretación que hace del valor del grado de meridiano, cuya medida de referencia se atribuye a un cosmógrafo árabe del siglo IX, llamado Alfargani (Alfagrano), nada se ha podido demostrar, y más aún, se ignora la verdadera equivalencia de la unidades de longitud utilizadas en aquel tiempo. Por el contrario, Colón sí anticipa la distancia a las islas objeto de su primer viaje, y desde un primer momento traza una derrota precisa para alcanzarlas. No hay vacilaciones ni trucos en su proyecto. Sabe adónde va y cumple con precisión lo anunciado. Si Colón hubiese cometido errores de un 25% en el cálculo de las distancias, sería imposible que hubiese realizado navegaciones precisas a las islas Azores, Madeira, Guinea, Islandia, Grecia, etcétera. Las cartas levantadas por Colón presentarían grandes errores, pero no existen pruebas en tal sentido, más bien todo lo contrario. Hasta tal extremo que hay un expreso reconocimiento por parte de Isabel la Católica y de personajes de la talla de Jaime Ferrer sobre sus conocimientos náuticos y su probada autoridad como capitán de la Marina Civil de aquel tiempo.

Las rutas elegidas por Colón en sus cuatro viajes demuestran su acreditada talla como marino universal y alejan cualquier duda sobre la autoría de su proyecto. La pretendida influencia de un supuesto sabio, apellidado Toscanelli, sobre el descubrimiento colombino, carece de los mínimos necesarios para ser tenida en cuenta. ¿Cómo puede ser tenido por sabio y por gran cosmógrafo un personaje cuya obra no se conoce y cuyas cartas carecen de registros acreditados? Y por si fuese poco, parece ser que Toscanelli situaba la isla Japón en el entorno del Caribe, lo que no deja de ser un error geográfico de gran calibre.

Si a cuanto antecede se añade que durante siglos la Inquisición española vetó, destruyó y orientó todo aquello que no consideró conveniente para sus intereses, y que durante los tres últimos siglos la Armada Española ha divulgado historias sesgadas sobre el Descubrimiento de América, existen razones fundadas para pedir que revise en profundidad la versión «oficialista» sobre Colón y el Nuevo Mundo.

Utilización de la televisión. Resulta indignante que recientemente se haya utilizado la televisión pública, pagada con los impuestos de todos los contribuyentes, para seguir haciéndonos creer que la Armada Española tuvo el protagonismo del descubrimiento de América, para convertir el almirantazgo de Colón en un escalafón militar, para hacernos creer que Colón se inspiró en las aberrantes teorías geográficas defendidas por la Iglesia desde los tiempos de Esdras.

Por respeto a la figura de Colón, por respeto a la Marina Civil y a su gloriosa historia, por el derecho a una información veraz, por la necesidad que tiene esta sociedad de rechazar el engaño y la truculencia como forma de construir el futuro, por sentido de responsabilidad histórica, por respeto a los cientos de marinos civiles que sacrificaron sus vidas en los viajes de descubrimiento y por la propia dignidad de la Armada Española, se debería reconocer públicamente que América fue descubierta por marinos civiles, que Colón fue el principal protagonista y un extraordinario capitán de la Marina Civil, que materializa su glorioso proyecto gracias a sus conocimientos náuticos, a su perseverancia y al apoyo decisivo de los Reyes Católicos. En el siglo XVI aún no había ni guardiamarinas ni academias navales. Juan de la Cosa, Américo Vespucio, los hermanos Pinzón, los Cabot, Juan Sebastián Elcano, Andrés de Urdaneta, Pedro Sarmiento de Gamboa, etcétera eran marinos civiles.

Las falacias históricas no deberían ser avaladas y subvencionadas con los escasos recursos públicos disponibles.

El día 12 de octubre debería ser declarado oficialmente el Día de la Marina Civil Española.