Llega el día festivo de Difuntos y nuestros cementerios sufren toda una transformación, se adecentan los recintos funerarios... y pululan los arreglos y las flores, que una vez al año se dejan ver por las tumbas y los cenotafios, que serán todas las flores que algunas tumbas verán hasta el próximo Día de Difuntos.

Ésa es la manifestación cotidiana que muestra esta España el Día de Difuntos, la devota referencia anual tan diferente a la que muestran los vecinos lusitanos, donde he visto cantidad de tumbas y panteones cuidados, con flores y hasta restaurados, son dos maneras distintas de sentir y vivir la muerte.

Ahora se está poniendo de moda recuperar los cementerios más artísticos como lugares de turisteo, enseñando lo más artístico, los espectaculares panteones, los angelotes dejando de lado las pequeñas y grandes historias, los dramas que hay a veces detrás de cada sencilla tumba o nicho.

A mí, que edito dos blogs dedicados a los cementerios («Oriente Eterno» y «Cementerios asturianos»), me interesa de estas «quintanas de los muertos» aquellas cosas que me aportan conocimiento histórico-artístico, pero también aquella que me suministra las pautas para entender la historia y la sociología, las tragedias y las glorias de todo un pueblo y, cómo no, su cultura y su estética ante la muerte y su escenario.

Nuestras «quintanas de la memoria histórica» corren dos riesgos, por un lado, la vulgarización tanto del continente como del contenido rebajándolo a una cuestión simplemente artística dejando de lado toda la didáctica de la muerte.

Otra cuestión que ya se está dando en algunos cementerios astures es el abandono por deudos y, también, por nuestras autoridades, que hacen caso omiso de sus obligaciones con respecto a estos camposantos funerarios, de guardia y custodia; y así es como nos encontramos con los abandonos que se ven, por ejemplo, en el cementerio de Grado.

En dicho cementerio, en el cual se sitúa el gran panteón de Concha Heres, todo un personaje a estudiar, pueden admirar cómo se está viniendo abajo por el abandono por parte de los deudos, sino que, además, está siendo fruto de vandalismos y robos, puesto que una gran lámpara de múltiples brazos que presidía la gran cúpula central se vino abajo hace una par de años y hoy está desaparecida..., puestas en guardia nuestras autoridades de Patrimonio y Ayuntamiento, éstos callan...

Pero no es sólo Grado, también tenemos el cementerio moro de Barcia, la tumba de Magnus Blikstad en Baíña... los panteones de Colombres, etcétera... eso sin olvidar, en contraposición, las buenas labores en cementerios como Amandi o Villaviciosa, ni obviar el buen quehacer en El Sucu de Gijón, la parte civil, siempre tan abandonado, y un agradecimiento al cuidador del cementerio de Tremañes por su buen hacer y cuidado de un cementerio rural.

Así es como se entiende nuestro patrimonio funerario, estas labores de cuidado frente a un puñado de panteones como los de Avilés, que bien valen para articular un bien patrimonial de inigualable categoría que se lleva por media Europa adelante... y mientras en otras partes ese patrimonio se cae sin que nadie levante un dedo... o una protesta... Así es como tratamos nuestras cosas, las que debieran ser más preciadas como nuestros muertos y sus «quintanas», donde a buen seguro terminaremos todos.

Ya se sabe que una vez al año cumplimos el rito, quitamos el polvo... ponemos unas flores y ahí se quedan nuestras «quintanas de los muertos» adormecidas hasta el próximo Día de Difuntos.