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Remembranza de Numa Guilhou

El final de Fábrica de Mieres, dos siglos después del nacimiento de su fundador

La noticia de que la junta de accionistas de la ancestral Fábrica de Mieres tiene previsto finiquitar la entidad el día 28 de noviembre, después de 144 años de historia empresarial, bien merece unas reflexiones acerca de las andanzas de su iniciador. La emblemática sociedad siderúrgico-minera supuso un importante impulso -junto a su homóloga Duro Felguera- hacia la revolución industrial de Asturias finalizando el siglo XIX.

La aventura manufacturera comenzó en 1870 de la mano del financiero francés Jean Antoine Numa Guilhou (Mazamet, 1814-Mieres, 1890) -hombre de confianza del emperador Napoleón III- que, con una biografía bastante ignota, se erigió en una personalidad muy trascendente en el devenir financiero del Principado.

Los primeros pasos conocidos de este singular personaje surgen como consecuencia de la compra en 1857 de la Compagnie Minière et Métallurgique des Asturies, constituida cuatro años antes en París. El banquero Guilhou y su socio Charles Louis Bertière constituyen en 1861 -también en la capital francesa- la Societé Houillère et Métallurgique des Asturies, con un capital de ocho millones de francos. De inmediato, aprovechó la favorable ocasión y se hizo cargo de la anterior compañía cuando ésta se encontraba al borde la quiebra, adquiriendo asimismo minas de carbón propiedad de Fernando Muñoz, duque de Riánsares (consorte de la reina madre María Cristina de Borbón), y del marqués de las Marismas del Guadalquivir, así como una mayoría de las acciones del Ferrocarril de Langreo. Seguidamente intenta obtener los aceros de La Bárcena (Villallana, Lena) -dirigida por el geólogo francés Adrien Paillette, propósito que consigue en 1867.

Sin embargo, la naciente sociedad tuvo una vivencia efímera, viéndose abocada a su liquidación en 1868 y, al ser declarada en pública subasta por el Tribunal de París, fue el propio Numa Guilhou quien se hizo con la totalidad de los bienes el 5 de mayo de 1870, bautizando a la nueva entidad con su nombre y apellido. El patrimonio empresarial era generoso pues comprendía un sustancioso complejo industrial, en el que se incluían minas de hulla en Langreo, Mieres y Santo Firme (Llanera), fábricas de fundición de hierro en Mieres y Villallana, así como el ferrocarril Langreo-Gijón.

El flamante grupo comercial llegó a ocupar un puesto prominente en la economía regional y nacional merced a la excelente estructura organizativa, en buena parte gracias a la inestimable colaboración técnica del ingeniero catalán Jerónimo Ibrán -mano derecha de Guilhou- que, desde el año 1873, se encargó de dirigir la factoría mierense, destacando de su ingente labor la renovación efectuada en las infraestructuras y el especial empeño en la formación de los trabajadores. Se lograron alcanzar cotas muy relevantes en la producción de carbón y hierro, así como el despegue social de esta comarca asturiana.

El mineral ferruginoso era extraído principalmente de los yacimientos del monte Naranco (Oviedo) y de Quirós, mientras que el carbón, además del propio de la cuenca carbonífera central (pozos, Nicolasa, Barredo y Polio) provenía de cuencas periféricas (Quirós y Villabona).

La bonanza económica imperante abocó en la constitución, el 23 de marzo de 1879, de Fábrica de Mieres, S. A., con un capital social de 17 millones de pesetas, incorporando a la misma como pequeños accionistas a gentes implicadas en la antigua Hullera y Metalúrgica.

Numa Guilhou falleció en la localidad mierense de Baíña en 1890 y fue enterrado en un diminuto y descuidado cementerio calvinista situado en Ablaña -conocido popularmente como "el cementerio de los franceses"-, con un sepulcro avistando al conjunto fabril que con tanto éxito dirigió.

El periplo histórico de Fábrica de Mieres declina cuando se constituye, en 1961, la Unión de Siderúrgicas de Asturias, S. A. (Uninsa) -más tarde Ensidesa y hoy Arcelor-Mittal-, incorporando a la misma el fondo siderúrgico en 1966, cuyos trabajadores fueron trasladados de manera progresiva a los talleres de Veriña (Gijón), amén de proceder al derribo de sus instalaciones en la década de los 70. En una línea similar, en 1967 se integraron sus activos mineros en Hunosa.

Como colofón de los frutos alcanzados por Guilhou, conviene reflexionar sobre un sentir de nuestro eminente filósofo y ensayista José Ortega y Gasset: "La civilización no dura porque a los hombres sólo les interesan los resultados de la misma: los anestésicos, los automóviles, la radio. Pero nada de lo que da la civilización es el fruto natural de un árbol endémico. Todo es resultado de un esfuerzo. Sólo se aguanta una civilización si muchos aportan su colaboración al esfuerzo. Si todos prefieren gozar el fruto, la civilización se hunde".

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