Seguramente cuando alcancemos los achaques de la tercera edad habremos sepultado en la memoria las cuitas irrelevantes entre Rajoy y Pedro Sánchez, las poses seductoras de gran Gatsby de Albert Rivera o las barrabasadas de Monedero. Pero no alberguen duda de que, como el abuelo Cebolleta, narraremos con vehemencia a los nietos que fuimos, durante varias temporadas, testigos presenciales del duelo inenarrable que enfrentó, con batallas cruentas, domingo a domingo, a Cristiano y a Messi. Durante años hemos podido disfrutar de una lucha sin cuartel entre un atleta imponente de cánones olímpicos, depredador insaciable, y una sorpresa de la evolución, una obra de arte que aúna inteligencia, talento y precisión en una envoltura física de discreto oficinista. Sigan disfrutando mientras dure semejante espectáculo irrepetible.