Los actuales gestores del Niemeyer sospechan que la programación del centro cultural de la ría, en tiempos de Natalio Grueso, prosiguió en Madrid. Es decir, Madrid se habría beneficiado, entiendo yo, de espectáculos que pagamos los asturianos gracias a la desfachatez de los políticos que le dieron a Grueso un cheque en blanco. O lo que es lo mismo, los espectáculos contratados por el exdirector del Niemeyer con dinero público viajaban con él a otro lugar sin que los responsables de administrar los recursos de todos se enterasen supuestamente de lo que sucedía. Digo supuestamente, porque de haberse enterado la cosa sería aún más grave.

Como no existe un delito de responsabilidad subsidiaria para castigar a quienes fustigan al erario de esa manera, probablemente Grueso salga de rositas de toda esta historia de denuncias acumuladas. Una de ellas, por cierto, incide en que disponía de prerrogativas que el propio Areces tenía que someter a aprobación, como es el sueldo. El exdirector del Niemeyer, lo revisaba, supongo subiéndoselo, pese a que su contrato no lo permitía y sin consultarlo siquiera con el Patronato de la Fundación.

Lo peor de todo, lo he escrito en más de una ocasión, no es haberse salido de la raya con frecuencia, haber falsificado supuestamente facturas y viajado por el mundo a costa del contribuyente sin justificarlo. Lo peor es que, mientras eso sucedía, los que estaban a su alrededor, además de no enterarse o mirar para otro lado, le daban palmadas en la espalda felicitándose por la suerte de haber encontrado a un ser tan increíble como él. Avilés, en ese sentido, podía sentirse bendecida por los dioses, al disponer de Grueso. Como es natural, la percepción del éxito contribuyó a darle todavía más alas. No ha palabra que describa mejor todo lo ocurrido en torno al Niemeyer que papanatismo.

El catetismo ignorante funcionó en este asunto en una proporción equivalente a los resultados de la cría del champiñón. Nadie ha pedido, sin embargo, disculpas por tanto daño y ha habido cientos de ocasiones para hacerlo. Areces guarda silencio.