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Director del Instituto de Protocolo de la Universidad Camilo José Cela

Los "Goya" y el "contravestir" político

Podíamos esperar del nuevo mapa político en España muchas cosas, como las que estamos viendo a propósito de las negociaciones para el futuro Gobierno, pero para nada que la etiqueta en el vestir se convirtiera en un instrumento esencial en la comunicación política de nuestros líderes para salir lo mejor parados posible si finalmente no se llega a acuerdo alguno y deben repetirse las elecciones.

La presencia de algunos líderes políticos en la gala de los "Goya" del sábado se llevó más protagonismo que la mejor película, "Truman", de Cesc Gay. Pedro Sánchez no lució corbata (que usa frecuentemente en los momentos que se requiere) ni pajarita; Pablo Iglesias sorprendió con pajarita, aparcando su camisa arremangada; Albert Rivera fue fiel a sí mismo y cumplió con el protocolo señalado, y Alberto Garzón tiró de la para él inusual corbata. Por su parte, el presidente del Congreso, Patxi López, por cierto protocolariamente relegado de forma descarada por el Ministro de Educación, Cultura y Deportes a una esquina, cuando era la autoridad de mayor rango presente y debiera estar al lado del anfitrión, optó por la corbata. La etiqueta masculina que señala la Academia del Cine Español para este acto es el esmoquin.

"Es un gesto bonito que cuando unos políticos se quitan la corbata, nosotros nos pongamos esmoquin", dijo Pablo Iglesias a RTVE en la alfombra roja. "Me ha amenazado Antonio Resines (presidente de la Academia) y me ha dicho '¡Cómo no vengas de esmoquin, tú y yo la tenemos y acabamos muy mal!'. Y me parecía muy bien porque podía ser un guiño al cine español". Los demás políticos no entraron a explicar la ruptura protocolaria sobre su indumentaria, quizá porque a los periodistas les llamaba menos la atención.

La etiqueta de nuestros políticos se está convirtiendo en un instrumento de postureo político peligroso, porque ha tomado otro sentido en la comunicación política (siempre ha estado, pero más volcada en la imagen personal). No es la imagen la cuestión, sino la batalla de la iniciativa por acreditar una nueva forma de hacer política. Hay riesgos en ello si se hace una lectura seria. Pablo Iglesias ha optado por la frivolización del mensaje, y acude con la indumentaria que cree que esperan quienes por él apuestan. Para ver al Rey considera que sus fieles esperan gestos de rebeldía protocolaria que demuestren su lejanía monárquica, al Congreso acude con su camisa para distanciarse de la por él definida vieja política y a los "Goya" tira de pajarita con descaro porque considera que la gran familia del cine, siempre crítica con el sistema, se lo agradecerá.

He ido mucho a esta ceremonia y desde hace tiempo porque me ha tocado trabajar en su protocolo. Hasta hace diez años pocos eran los invitados que respetaban la indicación del esmoquin que solicitaba la Academia, pero ahora todos la llevan. Han hecho del esmoquin el uniforme de su reivindicación, porque rara vez se les ve en otros actos que lo podrían requerir con corbata o similar. Iglesias sabe que tiene muchos seguidores en este sector y no les podía defraudar (a sus declaraciones me remito), como no defraudó a sus fieles ante el Rey, ante los parlamentarios europeos y ante el Congreso de los Diputados.

No estamos ante un estilo personal, sino ante un comunicador nato que se apoya en la etiqueta que conviene. Pero este "contravestir" (palabra que acabo de invitarme para definir llevar la contraria a la lógica en el vestir) tiene muchos riesgos que terminarán por pasar factura. ¿Es fiable para gobernar y representarnos alguien que cambia con descaro evidente según conviene? ¿Gobernará también así?

Lo mismo podría decirse de Pedro Sánchez, que ayer debía haber sacado su sentido institucional y llevar por lo menos corbata -si considera que el esmoquin es excesivo-, como lo hicieron Patxi López o Alberto Garzón. Pero acudió como a los mítines. Si el líder socialista entra en ese juego, Iglesias siempre le va a ganar, porque se maneja como un pez en el agua. Con sus declaraciones, Iglesias ha dado otro buen guantazo a los por él definidos como vieja política. El líder de Podemos si alguna vez se casa con cierto formalismo ¿cómo iría vestido? Estoy seguro que como intuya quiera verle su mujer (ejemplo recurrente, pero fácil de entender). Gobernar con una etiqueta que satisfaga a los incondicionales no debe ser la máxima. La transparencia y nueva política que tanto se reclama empieza por mostrar sencillamente a los políticos tal y como son, sin juegos de etiqueta (me da igual con o sin corbata), y no hacer del estilo una conveniencia para el inmediato objetivo político. Algunos de nuestros representantes con la ruleta de la etiqueta parece que se rían de todos nosotros. Vístanse como quieran, pero no nos mareen y, sobre todo, no nos justifiquen lo injustificable.

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