Es una buena noticia para Gijón y para Asturias que Europa siga apostando por la autopista del mar. Una noticia muy saludable para combatir la persistente pulmonía de la economía regional y también para animar la cuenta de explotación de las empresas transportistas, que perdieron la oportunidad de ser más competitivas a la hora de colocar sus productos en tiempo y forma en los mercados europeos cuando se elevó por última vez, a modo de despedida, la compuerta del barco que hacía la travesía semanal entre El Musel y Nantes.
Se echa en falta un frente común gijonés pero sobre todo asturiano para defender con uñas y dientes la reapertura de la fallida línea marítima. Como un barco sin fisuras. No sólo fue culpa de la empresa concesionaria el cierre cuando se acabaron las subvenciones comunitarias: sobre el proyecto planeó siempre el interés político en promocionar la autopista del mar de Vigo, cuando resulta razonable pensar que ambas son perfectamente compatibles en una situación de sana competencia.
Ahora hay que confiar en que el armador que apadrina la reapertura sea solvente, que le cuadren los números y que encuentre los apoyos necesarios de las administraciones implicadas, para llevar a buen puerto una iniciativa que nunca debió naufragar. Y que de no arrancar de nuevo habrá que apuntar en el debe de las frecuentes incompetencias que laminan la capacidad de desarrollo de esta región. Incompetencias que van grapadas a la espalda -como un muñeco del día de los Santos Inocentes- de otros tantos incompetentes, con nombres y apellidos.
