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Exgerente de Valnalón e impulsor del Emprendimiento | y la Educación Emprendedora | en España

El terremoto de Ecuador

Nuevas formas de cooperación

Acabo de regresar de Ecuador, donde colaboré con una ONG llamada Ceforcom. El motivo no fue otro que lograr fondos para ayudar a la construcción del Colegio Unidad Educativa María Auxiliadora, que fue totalmente destruido por el fuerte terremoto ocurrido el pasado mes de abril.

Como se recordará, el día 16 de abril de 2016 hubo un terremoto en Ecuador de magnitud 7,8, cuyo epicentro se situó en el cantón de Pedernales, un pueblo de la costa del Pacífico. En todo el país se registraron casi 700 víctimas mortales, fundamentalmente en algunos pueblos costeros. Uno de estos pueblos, Pedernales, de 47.000 habitantes, fue el más afectado, con 185 víctimas. La zona urbana, de unos 25.000 habitantes, quedó prácticamente destruida, ya que se vieron afectados entre el 70 y el 80 por ciento de sus edificios. Ello dio lugar a un éxodo estimado de unas 5.000 personas (20 por ciento de la población).

El citado colegio de Pedernales, con más de 500 alumnos, quedó reducido a un montón de escombros. (¿Nos imaginamos la tragedia si el terremoto hubiera sido un día de semana, en hora de clase, en vez de un sábado por la noche?). Es un colegio privado, lo que aquí llamaríamos concertado. Los propietarios cuentan que tuvieron unos primeros momentos de shock. Tras ellos vino la duda: ¿merecerá la pena seguir en Pedernales, o marchar y buscar futuro en otro lugar, como hicieron muchos de los profesores, padres y madres, vecinos, etcétera? Las dudas empezaron a despejarse a medida que recibían apoyos de las familias de sus alumnos, los vecinos, algunos empresarios? En ese momento tomaron la decisión de volver a empezar. De su antiguo colegio sólo queda un solar, del que ya se han eliminado los escombros pero en el que las autoridades no les permitirían construir el nuevo colegio. ¿Qué hacer? Decidieron construirlo en una finca de su propiedad, donde vive la familia, a cinco kilómetros del centro. Es un espacio llano y con superficie suficiente para albergar el nuevo colegio, instalaciones deportivas, zonas de juegos?

Pero ¿qué hacer mientas les redactan el proyecto constructivo, perfilan el empresarial y se ponen a buscar financiación? Muy fácil: se han puesto en marcha y ya tienen dos cosas importantes: el anteproyecto de la nueva instalación y un colegio provisional, con capacidad para 150 alumnos, en el que están impartiendo clases desde hace un mes? Es un colegio precario, precario. Con ayudas de unos y de otros, entre ellos la ONG de mi amigo Gary Flor, han hecho una base de hormigón de unos 8 metros de ancho por 50 de largo. Sobre ella han levantado unos pilares de bambú (material muy resistente y abundante en la zona), le han puesto un techo y, en estos momentos, están cerrando lateralmente las aulas. A medida que van recibiendo más ayudas las van traduciendo en planchas de madera contrachapada de 1,22x2,44 metros que les cuestan, cada una, 12 dólares USA, que es la moneda del país. En el momento de mi visita, habían logrado cerrar todo un lateral de 50 metros y un espacio de oficina.

Mi viaje surge a raíz del terremoto. Hablé con mi amigo, el de Ceforcom, que precisamente está haciendo su tesis doctoral en la Universidad de Oviedo, yendo y viniendo a Quito. Me dijo que en cuanto habían abierto las comunicaciones ya habían ido a llevar víveres, calzado, etcétera. Hablamos de posibles colaboraciones y quedamos en programar un viaje mío a Ecuador, en agosto, en el que yo pudiera impartir cursos y charlas con el objeto de recaudar fondos para apoyar la construcción de la escuela. Dicho y hecho. Estuve allí 8 días, impartí un curso a profesorado sobre educación emprendedora, cinco charlas a otras tantas empresas sobre intraemprendimiento, otra charla a una asociación de hoteleros, en el pueblo turístico de Cojimíes, a 35 km de Pedernales, y otra a profesores, padres y madres en el propio Colegio María Auxiliadora. En esta visita aprovechamos para entregar los frutos de mis charlas: elementos informáticos, una impresora, fotocopiadora, escáner y otra partida de zapato. Pero lo más importante, como es lógico, no fue la aportación material: fue la presencia de un español, dos quiteños y un empresario, también de Quito, pero que tiene su segunda residencia allí, en la costa, y que está apoyando constantemente al colegio.

Entiendo que ésta es una forma distinta de cooperación ante una catástrofe como la que han vivido en Ecuador (y ahora en Italia). Yo tenía dos opciones, enviar dinero o ir personalmente y aportar mi conocimiento y mi experiencia. Por cierto, que el tema del intraemprendimiento causó mucho impacto en las empresas en las que impartí las charlas. Tanto que a mis colegas de allí se les abre la oportunidad de continuar profundizando en el tema, en alguna de las empresas, y seguir impartiendo charlas sobre ese asunto en otras.

Pienso que en Asturias sabemos hacer muchas cosas que se desconocen en al menos unos ciento cincuenta países en el mundo. En la era del conocimiento en la que estamos tenemos la oportunidad y la obligación de aportar nuestra experiencia y nuestro conocimiento en cualquier parte del mundo donde sean necesarios. En unos casos será a cambio de dinero, en otros como cooperación (yo prefiero llamarlo colaboración) y en otros un sistema mixto, como el que hemos hecho en esta ocasión en Ecuador: vender el conocimiento para, con el dinero recaudado, cubrir una necesidad concreta. Pero lo que está meridianamente claro es que no podemos seguir lamentándonos de nuestras desgracias mientras disfrutamos de nuestro paraíso natural.

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