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Cosas de Homero

La mediocridad de un país donde la mayoría piensa que un clásico es un Madrid-Barça

La política en España es una cosa tan cutre que, si dices algo bueno de alguien, se da por hecho que estás a favor del partido en el que milita. España mantiene unos niveles tan altos de delicadeza democrática que todavía se considera relativamente meritorio que los aficionados del Madrid vean virtudes en el juego de su eterno rival, y viceversa.

El maniqueísmo tiene sus ventajas. Pero lo cierto es que entras en Internet y ves a Boris Johnson recitando la Ilíada y dices ah, vaya. Se nos había olvidado que los políticos tienen a veces reservas de cultura en la cabeza. Johnson quizá no sepa que, en España, un clásico es un Madrid -Barça. Homero quedó en otra estantería. Si alguien aquí supiera recitar unos pocos versos de algún libro de mérito, sería un shock. (Si alguien aquí supiera mostrar soltura ante una cámara, también sería un shock). Sí, sí, piensen en quien quieran. Unos cuantos versos de Homero así, a pelo, frente a la tele. Johnson, ten points. Con lo guapa que queda la costumbre hispánica de atropellarse hablando y diciendo déjame terminar a quien interrumpe. ¡Homero! Comparar niveles, acto de patriotismo. (¿O no?) Mientras dejamos que la Ilíada sea pasto de los políticos de Albion -los de aquí, comprensiblemente, tienen poco tempo para leer con el trasiego que llevan entre las puertas de los juzgados y las de las marisquerías- el tenis nos dejó una dosis de épica en la victoria de Nadal, que jugó como si tuviera prisa. Tiene unas cuantas ventajas ese deporte: los contendientes no tienen que fingir ante el árbitro que alguien les ha dado una patada, el público se mantiene por lo general en silencio y suele ganar el mejor. Hay que buscar ámbitos así, en los que el mejor gane al peor. Bendito tenis, que mantiene los modales en estas horteras alturas de milenio. John McEnroe, que anda visible por ahí de vez en cuando, puso la nota transgresora cuando transgredir tenía más relevancia por ser más infrecuente. Ahora ya no hay manera. ¿Se acuerdan de la que se armó cuando un ministro de un gobierno del PSOE fue a las Cortes sin corbata? Hasta dio explicaciones el hombre; creo recordar que habló de comodidad. ¿Se acuerdan? Bueno, pues eso es lo que hemos cambiado en el país que no lee a Homero. Ya llegarán los sociólogos a explicárnoslo. En las elecciones, los sociólogos suelen decir que ha ganado el partido ganador, que ha perdido el partido perdedor y que han quedado en el medio unos partidos que pueden cambiar las cosas según qué alianzas hagan. Recítala otra vez, Johnson. Aquí estamos siempre ocupados con asuntos internos.

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