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Archivera-bibliotecaria de la Junta General del Principado

Nombres e ideas de las constituciones

Los textos constitucionales desde "la Pepa" hasta la Carta Magna actual

El principal carácter de una Constitución ha de ser la estabilidad derivada de la solidez de los principios en que reposa. (1812)

Definida como "marco general de convivencia" la Constitución de 1978 cumple este año 39 de vigencia con una comisión creada para su reforma. Ha sido un texto benéfico en la historia contemporánea de España, una historia marcada en sus inicios por una guerra y casi una revolución interior. Entre la Constitución de 1812, "la Pepa", y la vigente pasaron 166 años en los que hubo guerras, revoluciones, dos repúblicas y dos dictaduras, la última de casi cuatro décadas. Llegaron a entrar en vigor en ese algo más de siglo y medio otros cinco textos constitucionales, además de los mencionados. Las más longevas serían la de 1845 con 23 años y la de 1876 con 47. Y las breves, de difíciles momentos inestables, la de 1837, ocho años, la de 1869, cuatro, y la de 1931, ocho, los tres últimos en guerra civil.

La referencia permanente "liberal" a la primera Constitución de 1812, cada vez que las causas nacionales fueron convulsas, se debió a su carácter primigenio y de ruptura con el "viejo régimen" señorial, una especie de sacudida de modernización con limitaciones. Aunque para Asturias tiene valores añadidos por la destacada intervención de nuestros diputados en su hechura y por el golpe de Rafael del Riego, que la repuso en el llamado Trienio Liberal (1820-1823), cuando había sido postergada por "el Deseado" Fernando VII. La Constitución de 1812 tuvo una vida corta, apenas seis años, discontinuos y salpicados con vueltas al absolutismo: de 1812 a 1814; de 1820 a 1823 y de 1836 a 1837.

En las difíciles circunstancias de la guerra de la Independencia coincidieron asturianos de gran valía en la elaboración de la Constitución de 1812. Algunos, siete, llegaron a firmarla. Otros la vivieron de cerca. Jovellanos, que tanto hizo por la convocatoria de Cortes, murió sin ver terminada siquiera aquella "maldita guerra" que tanto disgustara al invasor Bonaparte. Agustín Argüelles, hombre culto y gran orador, apodado "el Divino", fue tal vez el diputado doceañista más destacado, corredactor del "Discurso preliminar" al texto constitucional. Su figura destacada queda presente en efigie en el Congreso de los Diputados o en el barrio madrileño que lleva su nombre; él ha sido referente del diputado que tuvo como aspiración vital siempre ser eso, diputado. Su participación en las Cortes de Cádiz le valió prisión, sus ideas liberales le llevaron al exilio. En los momentos difíciles recibió ayuda de su amigo el conde de Toreno y del británico hispanófilo Lord Holland. Pero ostentó importantes cargos en tiempo de "apertura" como ministro, presidente de las Cortes e incluso tutor de la Reina. Había nacido en Ribadesella en 1776 y murió en Madrid en 1844 sin cumplir los 68. Nunca fue rico, murió pobre, "casi en la indigencia".

La primera Carta Magna, que en mirada presentista puede parecernos ingenua o poco rompedora, reconocía la soberanía nacional en el pueblo, la sujeción del Rey a la Constitución, que la educación había de ser "general y uniforme" para formar ciudadanos "que ilustren la nación y promuevan su felicidad", "verdaderos españoles, hombres de bien y amantes de su patria". Cortes, propiedad, impuestos, religión, gobierno territorial, todo tenía cabida en un texto nuevo con claras influencias revolucionarias, pero en el que se quería ver la herencia de un pasado muy nuestro, siempre recurriendo a precedentes históricos.

Agustín Argüelles había sido confirmado como diputado por los electores asturianos reunidos en Castropol el 2 de enero de 1811, cuando el Principado de Asturias estaba invadido por las tropas francesas y la Junta General, tras largo periplo, se había refugiado a orillas del Eo. El acta de su elección así lo confirma... [otorgándoles a los elegidos] "poderes ylimitados a todos juntos y a cada uno de por sí para cumplir y desempeñar las augustas funciones de su nombramiento y para que con los demás diputados de Cortes puedan acordar y resolber cuanto se proponga". Los constituyentes de "la Pepa" lo aprovecharon para declarar que con la Carta Magna "los españoles de todas clases, de todas edades y de todas condiciones sabrán lo que son y lo que es preciso que sean para ser honrados y respetados de los propios y de los extraños".

Coincidió también por aquel tiempo, en el servicio a la Junta General, Juan Francisco Siñeriz y Trelles, menos conocido que los doceañistas. Natural de una influyente y acomodada familia de Sueiro, en el Franco, donde nació en 1778, estudió jusrisprudencia y filosofía. Fue comisionado por la Junta Asturiana como secretario para una misión a Gran Bretaña, otra más, en 1809. Aunque dedicado en gran parte a sus posesiones, tras la guerra, su cultura le llevó a Madrid y a publicar entre otros, en 1839, una significativa "Constitución Europea con cuya observancia se evitarán las guerras civiles, las nacionales, las revoluciones y con cuya sanción se consolidará una paz permanente en Europa". Propone por primera vez desde España una "confederación europea", "una alianza continental" y un "supremo tribunal de justicia" común. Seguía en esto la filosófica idea kantiana de la paz perpetua. ¡Nada menos! Su breve opúsculo, de unos principios resumidos en trece artículos, pretende que todos digan al fin que "Europa, la dividida, la sangrienta Europa, apuró por fin la ciencia del saber humano. Venció sus pasiones, se sujetó a la ley y consolidó la paz". Todavía quedaba mucho.

Después de una guerra civil y una dictadura interminable de 39 años, nos dimos una Constitución, la de 1978, 39 años hace. Y costó mucho hacerla. "Durante quince azarosos meses (1977-1978), la vida política estuvo sometida al juego de presiones oscuras, negociaciones entre bastidores, pactos de pasillo, despacho y restaurante". Hubo que transigir para que "las cortes franquistas, aun plenamente legales, accedieran a votar su propio haraquiri". La monarquía parlamentaria se abrió paso frente a la reclamación republicana. Pero todo se discutió y ello dio "credibilidad democrática a una Constitución en la que no había temas intocables", sostenía Luis Gómez Llorente, diputado por Asturias. Y eso que algunos asuntos más, como las nacionalidades, las lenguas, el pacto foral o la cuestión catalana, suscitaron posturas encontradas, pero "la indisoluble unidad de la nación española, patria común e indivisible? que garantiza el derecho a la autonomía? y a la solidaridad" interterritorial salieron adelante? "La crónica de la elaboración de la Constitución es la crónica del acuerdo? Fue una historia de amor y desamor. Se construyó sobre el conflicto? y tiene en su interior el conflicto". No queda otra que seguir gestionándolo con sabiduría.

Hoy tenemos ambas cosas: una Constitución Española y una Constitución Europea. Ambas imperfectas, atacadas y cuestionadas. Lo mejor que les ha sucedido a España y a Europa desde hace décadas.

(Información basada en: Junta General: Credenciales de Diputados (1811); Agustín Argüelles: Discurso preliminar a la Constitución de 1812; Juan Francisco Siñeriz: Constitución Europea; Soledad Gallego Díaz y Bonifacio de la Cuadra: Crónica Secreta de la Constitución).

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