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Laviana

Más allá del Negrón

Juan Carlos Laviana

La nueva política y la edad

El gabinete de la renovación de Pedro Sánchez es el tercero más viejo de la democracia

Entre los logros del joven Pedro Sánchez (46 años), hay uno que está pasando desapercibido. Desgraciadamente, el apasionado debate sobre el estado de la educación en nuestro país (másteres, tesis, currículums) lo está eclipsando. Y no, no me refiero a la escasa controversia sobre el destino de los restos del dictador Francisco Franco (1892-1975). El bisoño presidente, en un hábil ejercicio de prestidigitación, ha conseguido que su gabinete aparezca antes nuestros ojos como un gobierno nuevo, moderno, joven, renovado, actual, revolucionario, fresco, lozano, vivaz, flamante, contemporáneo?

Por más adjetivos que se pongan es solo una ilusión. No sé si óptica, pero es una ilusión. De joven, nada. Ni siquiera la reciente llegada de la sanmartiniega María Luisa Carcedo (65) en sustitución de la benjamina Carmen Montón (42) ha enturbiado la imagen juvenil del gabinete. El primer gobierno de la nueva generación socialista, con una media de edad de 54,6 años, es el tercero más viejo de la democracia, incluso por delante del último gabinete del emblema de la vieja política, Mariano Rajoy (63).

Al retrotraerse ahora a los años de la tan denostada Transición, se encuentran sorpresas como que el gobierno más joven de la democracia fue el primero de Felipe González (76 ahora; 40, entonces), con una media de edad doce años más baja que el actual gobierno del cambio. El propio Adolfo Suárez llegó a ser presidente con 44 años, dos menos que Sánchez. Perdón por este mareo de cifras, pero resulta ilustrativo y desmiente la creencia tan generalizada de que la Transición es, o fue, cosa de viejos. Los ancestros de la transición, Fraga y Carrillo, tenían la friolera de 56 y 63 años, respectivamente, cuando se aprobó la Constitución de 1978.

Los influencers con blog (equivalente de los viejos horteras con transistor) dirán eso de que los 60 son los nuevos 50, y que los 50 los nuevos 40? y así hasta que los 10 sean los nuevos neonatos. Este país ha mejorado mucho en los últimos años, pero no tanto para convertir en viejos a los jóvenes de entonces y en jóvenes a los viejos de ahora. Otra cosa es que nos convenga presentarlo así.

Son muchos los analistas políticos que dicen haber detectado una profunda brecha generacional. Pero es difícil asumirlo cuando los DNIs parecen desmentirlo. Sí que hay que reconocer algunos casos residuales, como la distancia en años entre el sesentón Rajoy y el imberbe Casado (37). En el Principado, habría que dar fe de la distancia entre el cruelmente ignorado presidente Fernández (70) y el emergente líder socialista Adrián Barbón (37). Por no hablar de Izquierda Unida, que ha decidido prescindir de pesos tan pesados y valiosos como Llamazares (60) o Anguita (76) en favor de los adalides de la llamada nueva política: Garzón (32) e Iglesias (39).

Es difícil hablar de rejuvenecimiento o de nueva política, cuando la decana de nuestras personalidades públicas, Manuela Camena (74) acaba de anunciar su nueva candidatura a la alcaldía de Madrid. Y es que hay políticos -especialmente en la izquierda- a los que se les perdonan las canas, como al viejo profesor Enrique Tierno, ídolo de los jóvenes y enrollado como el que más, que tuvo la osadía de llegar a la alcaldía de Madrid con la friolera de 61 años.

Lo deja bien sentado Pedro Olaya, medio ovetense y medio griego, en su reciente y muy recomendable "De Senectute" (Acantilado): No debemos pensar en los años como síntoma de decrepitud. ¿En qué estaría pensando el viejo cuarentón Rubén Darío con aquello de "juventud, divino tesoro"?

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