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La mirada femenina

La cultura y el arte, alimento para el alma

La búsqueda de un discurso propio

Sentada en la butaca 8 A disfruto, sin lugar a dudas, del mejor asiento del vagón. Siempre me gustó ir sentada en la última fila. Tanto en el cine como en el colegio.

Escribo y miro, escribo y vuelvo a mirar. A través de mis auriculares una aria de "Cavalleria Rusticana" amortigua la charla telefónica subidita de tono de la pasajera del asiento de delante. A través de la enorme ventanilla el paisaje ya parece de película; entre Barcelona y Zaragoza, un espacio casi infinito. Algunas formas geológicas que me recuerdan a las Colinas de Chocolate de Bohol, Filipinas. Constato que hay bastante sequía en el terreno. Pero no le doy bola a ese pensamiento. El cielo está lleno de rayos de sol que a través del cristal crean un efecto parecido al de los flashes. Luego empiezan los campos y huertos cada vez más verdes, en la zona de Tudela. Cruzas algunas poblaciones e imaginas por un momento cómo sería tu vida si vivieras en un sitio como aquél. Lo bonito de viajar es que si una lo hace de forma voluntaria suele ir con la mente abierta. Y como las cinco horas de rigor a San Sebastián no te las quita nadie, da para mucho imaginar. No llegaré antes de la hora de cenar.

Ahora que los medios vuelven al ataque con el asunto de las pensiones y los fraudes académicos de algunos políticos que nos avergüenzan a diario, me viene a la cabeza la figura griega del filósofo rey. Los griegos creían que los gobernantes tenían que tener no sólo superioridad intelectual sino también superioridad ética.

Estoy convencida de que si nos gobernaran filósofos en vez de cantamañanas de turno -y conste que no lo digo por Sánchez, que me parece de lo mejorcito que tenemos-, además de unas pensiones mucho más dignas para nuestros mayores, decretarían con razón que cada ser humano debería tener una semanita al año mínimo dedicada al arte y a la cultura.

Una semanita al año no es casi nada, así que no me vengáis con excusas. Todos podemos disponer de ese tiempo. Que cada quien se la tome cuando buenamente pueda.

No es necesario ir al MOMA o al Pompidou Centre. Aunque ahora que lo pienso, sería fantástico si uno tuviera esa oportunidad.

En nuestras ciudades y pueblos también hay exposiciones, conciertos, teatros, cines. Y a menudo suelen estar desangelados, vacíos.

El arte y la cultura son un alimento imprescindible para el alma. Todas las experiencias que tenemos lo son. Por ello deberíamos cuidar lo que hacemos y regalarnos y regalar a los demás experiencias culturales.

Como lo que a menudo nos falta es tiempo, éste será nuestro mejor regalo. Regalar momentos de ensoñación, de observación, de inspiración, de meditación y momentos de no hacer nada.

Algunas mujeres piensan que los potingues y cosméticos las hacen más guapas, y buscan la esencia de su belleza en la fachada, pero no está ahí. No hay cosa más hermosa que una persona con discurso propio, ni cosa más patética que alguien sólo capaz de aferrarse a sus taconazos.

Os aseguro que yo me siento mucho más guapa después de ir a una exposición o después de asistir a un concierto. Mucho más guapa cuando leo un buen libro, incluso cuando voy al cine. Estos días en la 66.ª edición del Festival de Cine de San Sebastián prometo nutrirme a tope.

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