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Vicente Montes

Habituados al sonrojo

La lamentable situación de la red ferroviaria asturiana va más allá de ser vergonzosa

Proliferan ahora las listas de los "trenes de la vergüenza" en España después del incidente ferroviario en Extremadura que dejó en Nochevieja tirados y en mitad del campo a 200 pasajeros. La historia desata un inmediato "déjà-vu" en los asturianos. Ya lo hemos vivido. Raro es que no haya un conocido que pueda contar incidencias ferroviarias, bien en la red de Feve, bien en el trayecto hacia Madrid con retrasos o trasbordos en Pajares. La historia vergonzosa de Extremadura no es más que aquella del año 2013, cuando pocos días después de Reyes, un 9 de enero, seiscientos asturianos quedaron atrapados en un túnel casi cuatro horas sin luz ni calefacción en un Alvia averiado. ¿Más cerca en el tiempo? En febrero del año pasado los pasajeros de un tren con destino a Madrid permanecieron cinco horas atascados esperando una incidencia. Pregunten a algún usuario habitual de la línea ferroviaria entre Gijón y Laviana de la antigua Feve, o a quien deba utilizar de manera habitual los servicios ferroviarios hacia Cantabria y Galicia. Interroguen a los intrépidos que se arriesgan a pasar a la Meseta utilizando los raíles.

Podemos ponerles mil apelativos: "tren caracol", "tren congelado" (¿de veras que el hecho de que haga frío en invierno se convierte en una incidencia imprevista?) o "tren invertido". Lo de menos son los calificativos. En Asturias no hay trenes de la vergüenza; simplemente, tenemos una vergüenza de trenes.

Lo que ocurre es que nos hemos acostumbrado. Debería ser noticia que un día todos los trenes lleguen a la hora, que no haya incidencias en Pajares, que no existan cancelaciones en la antigua red de Feve.

El Ejecutivo regional de Extremadura ha respondido a su propia vergüenza ferroviaria con una contundencia que jamás se ha escuchado, por ejemplo, de un Gobierno asturiano. Pedro Sánchez se ha apresurado a trasladar a la comunidad autónoma extremeña a su Consejo de Ministros itinerante. Aquí, en cambio, nadie alza la voz, el Gobierno central no reacciona, no hay "vergüenza" que sonroje las mejillas porque ya nos hemos acostumbrado a ella. Callemos, que así quizás algún día ni siquiera existamos.

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