Ningún sector permanece inmune al cambio de época que atravesamos, una transformación de trascendencia semejante o mayor a la que en su día supusieron el dominio de la agricultura o la revolución industrial. Nace un modelo económico, muere otro y en el periodo de transición la zozobra, el pesimismo y la incertidumbre predominan en los sentimientos de la opinión pública asturiana. Son comprensibles las dudas. Un salto de tal calibre requiere tino y tiempo, pero entre resistir y aferrarse a aquello conocido, aunque con fecha de caducidad, o arriesgar, reinventar y creer con todas las consecuencias en lo novedoso está claro cuál va a ser la alternativa que nos conduzca más lejos. La botella también está medio llena.

Conocemos lo negativo y empezamos a sufrir en carne propia las consecuencias. Una búsqueda precipitada de energías más limpias y sostenibles y la pena de muerte para los combustibles fósiles ya le han costado a Asturias el anuncio de cierre de dos de sus térmicas. La electricidad sufrirá, según pronostican los expertos, una subida para los empresarios y para los particulares si el reemplazo por fuentes verdes no se acomete con tiento. Además, quedarán tirados en la cuneta 650 camioneros que transportan carbón y menguarán los ingresos del puerto de El Musel, por donde se importa.

La competitividad de las compañías que pugnan en mercados internacionales y que tienen en la factura eléctrica una buena parte de sus gastos fijos se resentirá por este sobrecoste y por la burbuja que ya se está generando en torno a los derechos contaminantes, con el precio de la tonelada de emisión de humos por las nubes. La siderurgia paraliza líneas por la caída de los pedidos de chapa. Por mucho que todo esto provoque dolor, malestar y desconcierto, al ver desmoronarse lo que considerábamos sólido, es absurdo enrocarse.

Las fuertes restricciones al plástico impactan en la industria asturiana, pero también abren camino para otros productos sustitutivos de origen vegetal. Echa el cierre la minería del carbón y empieza a vivirse una fiebre por la del cobalto, material imprescindible para las baterías, un elemento consustancial a la "era de la portabilidad" actual y que ya se explotó en Asturias. Sin poner en peligro la sierra del Aramo o los paisajes de ese tesoro maravilloso que constituyen los Picos de Europa, no hay razones para desperdiciar una ocasión económica como ésta. La cotización del cobalto pasó de 22.000 dólares la tonelada a 87.000.

El metal da síntomas de estancamiento, aunque, en paralelo, una de sus ramas, la del sector eólico y el fotovoltaico, atraviesa por momentos dorados. Varias compañías avilesinas figuran a la vanguardia en tecnología de aerogeneradores terrestres y marinos, anclando sus colosos del aire por el Báltico y por Rusia. El mayor parque solar de la región nacerá pronto en el área central. Asturias posee igualmente, por su capacidad para desarrollar conocimiento y su capital social cualificado, muchos puntos fuertes para convertirse en polo del automóvil. Falta convencimiento para verlo y liderazgo para conducirlo.

Ya se experimenta aquí con materiales innovadores para el coche y salen para los fabricantes parabrisas, cambios, puntos de recarga, sensores para vehículos autónomos? Una treintena de grupos de la Universidad investigan en esta línea. Lamentablemente, cada uno por su cuenta, sin nadie que se tome la molestia de coordinarlos o aprecie el filón que abren para consolidar otros cimientos económicos.

El espíritu adecuado para abordar lo que se avecina lo han brindado hace unas semanas los taxistas de 29 concejos que han decidido combatir con sus mismas armas a las plataformas digitales que revolucionan la movilidad. Este grupo asturiano diseña una aplicación para el teléfono móvil que facilita a los clientes disponer de un taxi en iguales condiciones que las compañías de coches con conductor. El sistema permite seleccionar el vehículo próximo, estimar de antemano el precio y puntuar el servicio. Su emblema es la calidad y así llevan todas las de ganar, tengan a quien tengan delante.

El Principado necesita aprender de los errores del pasado, demasiados, para iluminar un cambio de modelo económico. Después de décadas de resistencia, de prolongar lo inevitable, toca realizar un esfuerzo semejante por identificar ahora las oportunidades. Las distintas reconversiones se han volcado en evitar el trauma social de la pérdida de miles de empleos. Eso es malo si se convierte en el único fin -y ejerce sobre la sociedad un efecto adormidera- o bueno si se utiliza como un amortiguador temporal para alumbrar alternativas de reemplazo. Una u otra vía depende de los asturianos y su actitud.

Existen riesgos, que pueden multiplicarse con decisiones imprudentes y precipitadas, pero también razones para no temer el futuro. La región posee muchas cosas buenas. Ésas deben predominar, sin esconder las malas, para reconstruirla y generar un relato ilusionante. Negarse a evolucionar dinamita el progreso hacia la nueva Asturias.