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Apología de Bueno

La relevancia de la obra del filósofo y el ejemplo de Sócrates

En el año 399 antes de Cristo la democracia ateniense asumió la denuncia que Ánito y Meleto hicieron contra Sócrates por la que, según las leyes atenienses, fue condenado a muerte. Sócrates, al parecer, no creía en los dioses de la ciudad y corrompía a los jóvenes. Tras su muerte, los atenienses se arrepintieron y persiguieron a los dos acusadores. Algunos dicen que Ánito murió apedreado por una multitud enardecida.

Gustavo Bueno tampoco cree en los dioses de la ciudad y corrompe a los jóvenes. ¿Cuáles son los dioses de nuestra democracia? Esas adhesiones fanáticas que deciden entre el bien y el mal, entre la democracia y el fascismo, entre lo blanco y lo negro, entre la izquierda y la derecha. Gustavo Bueno las había localizado con bastante agudeza, y las atacó a fondo: El mito de la izquierda, el mito de la derecha, el fundamentalismo democrático, el fundamentalismo científico, España no es un mito, España frente a Europa. ¿Qué clase de corrupción infunde Gustavo Bueno a los jóvenes? Estar alerta, defender España, atacar el fundamentalismo democrático, la demagogia, la corrupción, la insensatez; armar con rigor los pilares de una nueva arquitectura del saber. Enfrentarse a las mentiras, a la manipulación, a la sofística moderna, con el rigor de la verdad y el conocimiento preciso.

Hubo un tiempo en Oviedo en que el arte de la política permitió que este filósofo fuera un factor clave en la historia de Asturias y de España. Los sindicatos obreros requirieron orgullosos su presencia en la defensa del socialismo contra la reconversión que ya auguraba sordamente esta tremenda postración que nos apaga. Su voz resonaba desde el corazón de las minas asturianas hasta la televisión. Oviedo exhibía con orgullo a sus figuras intelectuales y agitaba la discusión política con el alimento noble de las ciencias y la filosofía que cocinaba la Universidad de Oviedo y otras instituciones como la Sociedad Asturiana de Filosofía o Tribuna Ciudadana. En ese contexto y con los mismos propósitos, nació la Fundación Gustavo Bueno, primero para seguir trabajando en su magnífico proyecto filosófico y después de su muerte para preservar la importante obra filosófica que nos ha legado y promover su estudio y su desarrollo. Era el lugar en donde por muchos años me pude encontrar con mis dos queridos y añorados maestros, José María Laso y Gustavo Bueno. Me imagino y sé perfectamente qué diría Laso de este problema. Pero en fin. Eran otros tiempos.

Sócrates alegó contra los jueces que no debía ser condenado sino homenajeado y atendido en el Pritaneo como importante servidor de la ciudad. Del mismo modo creo yo que el Ayuntamiento de Oviedo en vez de condenar al ostracismo el legado de uno de sus ciudadanos más ilustres, más allá de efímeros sectarismos, debería seguir promoviendo, amparando y protegiendo la indiscutible relevancia histórica de la obra de Gustavo Bueno, enorgullecerse de ella y colaborar en la medida de lo posible con la Fundación a su estudio, conservación y difusión.

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