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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

El pregón de Lourido

El presidente de El Musel pronuncia un discurso de Semana Santa original y valiente

Solo quien ha sido heraldo de otras Semanas Santas sabe a qué tamaña labor se encomienda el pregonero que glosa con el hilo fino de las palabras los hechos de la Pasión. El pasado sábado, en la parroquial de San Pedro, la catedral del Gijón marinero, el mascarón de proa de la fe que bebe vientos del océano, Laureano Lourido pronunció un pregón, por atípico, magistral; por sincero, conmovedor. Un pecador haciendo profesión de fe, aderezando con versículos del Nuevo Testamento la memoria de su propia existencia. No es el mejor ejemplo de buen cristiano quien, como el presidente del Puerto, nació filibustero. Pero Dios gusta de escandalizar cuando busca la casa de Zaqueo para pedir posada...

El hombre que camina por la vida con un rosario en el bolsillo de la chaqueta y un Lexatin no fue pregonero al uso en Gijón; no necesitó abusar de los ribetes florales que suelen adornar el parlamento de otros narradores precedentes, tan afanados en recrearse en el desfile de dolorosas y nazarenos, en la catequesis tallada de las imágenes y de los pasos. Defendió su verdad sin necesidad de iconoclasias.

Lourido relató el evangelio de su vida: la del niño de Nubledo, rey del futbolín en el seno de una familia de caseros; el chiquillo que escuchó en los libros de aventuras la llamada de la mar y que quiso ser capitán de barco, como otros fueron pescadores de hombres. Agradó, creo yo, la valentía de acometer un pregón tan poco al uso. Pero es que así es el bueno de Laureano: poeta anónimo al que musica Pipo Prendes; traductor de Scorsese si hace falta.

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