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Millas

El trasluz

Juan José Millás

Listo para el consumo

El jabalí en el centro de la ciudad

El periódico es una máquina de producción de sentido. Transforma los datos en conocimiento como el panadero convierte la harina en pan. Pongamos que una noche, en una calle céntrica de tu localidad, tropiezas con un jabalí. Eso es un dato: un jabalí en el núcleo mismo de una ciudad europea. Son las tres de la madrugada y vuelves de celebrar algo con unos amigos, en pleno invierno, con un frío que atraviesa la ropa con la sutileza con la que los neutrinos traspasan la realidad. Entonces, como en una alucinación, se te aparece esa bestia mítica. Un jabalí. Al día siguiente llamas al periódico y lo cuentas.

La noticia se publica y el lector ve en su imaginación la calle céntrica y oscura y vacía, con la niebla espesándose alrededor de la luz de las farolas. Una noche un poco londinense, como aquellas en las que el doctor Jekyll salía de caza disfrazado de Mr. Hyde. Ese es el escenario en el que aparece un tipo un poco borracho, de regreso al hogar, tras haber cerrado con sus colegas todos los locales de copas de la zona. Lleva las solapas del abrigo subidas hasta las orejas y echa de menos un sombrero, pues las calorías se le escapan a chorros por la base de un cráneo que ha comenzado a despoblarse. Ha perdido un guante en uno de los bares y alterna el que le queda entre ambas manos.

De súbito, el jabalí se desliza como una sombra delante de sus ojos. Visto y no visto. Podría haber sido producto de su imaginación. Tal vez solo se tratara de un perro, piensa. Pero los perros carecen de esa corpulencia. Tras su paso, un par de ratas corren espantadas hacia la boca de una alcantarilla. Jamás antes habían llegado los jabalíes hasta el centro. Esa es la noticia. Ahora es preciso ponerla al servicio del sentido. Hay que explicar al público el porqué de tal anomalía. Seguramente, el hambre condujo al animal hasta el borde del bosque, lo empujó a atravesar las vías de circunvalación en busca de los cubos de la basura y, una vez dentro de la ciudad, que para él constituye un laberinto, se extravió y fue de calle en calle hasta alcanzar la principal. La explicación, el hambre, no ha anulado sin embargo el misterio.

He aquí el pan recién horneado, listo para su consumo.

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