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El mejor negocio del mundo

La Universidad como ascensor social

Le ofrezco una inversión que devuelve el 7% anual durante los próximos 35 años ¿Cuánto está dispuesto a invertir? En este artículo encontrará las claves para abordarlo. Tenga paciencia.

Empezaré por contarle una historia. La clase trabajadora española luchó mucho en la dura posguerra para que sus hijos lograran la educación que ellos no tuvieron. Durante los años setenta miles de estudiantes abarrotamos las aulas universitarias. Lo saben bien en las cuencas mineras o en los barrios periféricos de las grandes ciudades asturianas. Aquel ascensor social funcionó casi como un teleférico y, hoy, veteranos médicos, ingenieros o profesores observan con perplejidad que aquella increíble maquinaria de promoción social se ha averiado. Los universitarios actuales son hijos de universitarios y de clase media o alta. Avanzamos hacia una sociedad separada por una enorme trinchera.

¿Qué podemos hacer para arreglar este estado de cosas? Veamos algunos datos objetivos que quiero compartir en esta tribuna para que el propio lector pueda valorar el actual escenario. Están sacados del informe que cada año elaboran Juan Hernández y José Antonio Pérez para la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE).

Primer dato. El origen familiar -en términos educativos y económicos- sigue determinando quien alcanza los estudios superiores y, por tanto, una mejor situación laboral. A nivel nacional, destaca el bajo porcentaje de estudiantes que tienen origen humilde (el 10,6%), frente al 54,7% de los alumnos de clase alta y el 34,7% de clase media. Que diferencia con mi adolescencia. Entonces mi barrio era Pumarín, en Oviedo, y al igual que su homólogo de Gijón, aportaban miles de universitarios. ¿Cuántos serán ahora? Sin duda, muchos menos.

La llamada brecha social es determinante en el futuro personal y profesional de cada ciudadano. Un marxista clásico señalaría el actual escenario como un claro ejemplo de reproducción capitalista de la sociedad ¿Se cerrará esa brecha haciendo desaparecer las tasas académicas? Parece que el problema es anterior, más bien en el acceso al bachillerato, donde se produce la gran deserción. La igualdad de oportunidades se aborda con una política de becas que atienda tanto los gastos directos del estudio como los indirectos y, fundamentalmente, con becas que compensen las rentas salariales no percibidas por la permanencia en el sistema educativo. En mi opinión, el gran reto es lograr un precio de matrícula en función de la renta familiar del alumno universitario, pero conlleva enormes dificultades prácticas.

Colombia, que es actualmente el segundo país más desigual de Latinoamérica y el cuarto en el mundo, se encuentra estratificado socioeconómicamente. El criterio principal es el lugar de vivienda y la renta familiar. Los precios de muchos servicios públicos favorecen a los estratos más bajos. Mi amigo Alberto, alto funcionario de la Contraloría en Bogotá y doctor por la Universidad de Salamanca, paga 6.000 euros al semestre por su hijo en una universidad pública donde él, excelente estudiante de clase humilde, nunca pagó de joven. He aquí un buen ejemplo de ascensor bien engrasado, sobre todo financieramente.

Me escuece recordar la frase del Premio Nobel de Economía (1976) Milton Friedman, en el clásico libro (todo un manifiesto de las virtudes del mercado) "Libertad de elegir" donde con pedagógica hipocresía nos decía: "aquellos de entre nosotros que pertenecemos a las clases de ingresos medios y altos, hemos timado a los pobres subvencionándonos a nosotros mismos en gran escala". Se refiere a un contexto como el español, donde el precio de las matrículas universitarias no cubre la quinta parte de un coste real financiado por todos.

Segundo dato. La CRUE divulgaba también estos días el porcentaje de paro de nuestros licenciados según titulación. En concreto, observaron los graduados en 2014 y comprobaron cuantos trabajaban cuatro años después. En ese periodo se crearon dos millones de empleos, la mitad universitarios. Pues bien, una media del 72% estaban dados de alta en la Seguridad Social, aunque sólo la mitad cotizaba en el grupo superior. Hay diferencias entre ellos: están ocupados el 84% de los informáticos y sólo el 55% de los graduados en Derecho.

La educación superior se nos presenta como un buen negocio, pues la tasa de paro de los universitarios, siendo alta en comparación con otros países europeos, es un tercio de la correspondiente a la educación primaria y perciben unos ingresos anuales cuya base media de cotización alcanza 26.213 euros. Cobran un 52% más que una persona con nivel de formación de educación secundaria y es un 85% superior si además ha superado un máster.

Se ha hecho un gran esfuerzo en la empleabilidad de nuestros estudiantes, no sin grandes tensiones internas. Hace doce años comenté en una tribuna de este mismo periódico que un centenar de profesores universitarios había firmado un manifiesto donde consideraban "inquietante" que, en la evaluación de las titulaciones y del profesorado, "se premien no la excelencia ni los conocimientos, sino la adecuación al mercado y los aprobados". Hoy este debate parece superado definitivamente.

Terminamos con un tercer dato. El prestigioso investigador asturiano Ángel de la Fuente hace muchos años que viene estudiando la rentabilidad individual de los estudios superiores. Sin entrar en consideraciones psicológicas o sociales -como poder disfrutar este artículo- hizo números considerando los gastos e ingresos que le produce a una persona el estudio universitario. La prima salarial obtenida en España (inferior a la europea, insisto) recompensa sobradamente la inversión y la pérdida de ingresos durante el esfuerzo de estudio. El resultado, en resumen, se concreta en el 7%. Aquí tiene la respuesta que estaba buscando.

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