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Tormenta de ideas

Gracias, Isidro

Un ejemplo en la clase política - que pide renunciar a sus dietas - de diputado en el Congreso

Verás, no me sorprende. Nos conocemos desde hace muchos años. La primera vez que te vi, le dije aquí al padre de mis hijos que eras una buena persona. No sé por qué. Será, Isidro, deformación profesional. Hemos navegado en los últimos años en aguas diferentes hasta que yo he decidido no seguir navegando, de momento. Me he quedado en la orilla del mar de la política porque me han decepcionado. Pero tú no. Tú nunca. Esta semana has demostrado lo que siempre he sabido, que tu humanidad es tan grande como tú mismo.

¿Sabes? Mi artículo de hoy era de ira. Porque no puedo soportar lo que está pasando. No puedo entender que siempre paguen los mismos. Que mientras los españoles estamos aterrorizados, con el miedo y la pena clavada en el alma, los congresistas, senadores y diputados sigan en casa, sabiendo que cobrarán al final de mes, incluyendo dietas y desplazamientos, mientras ven la vida pasar, la pandemia, a los sanitarios que nos estamos jugando la vida? Sí, yo también, porque tengo que salir a trabajar, porque tengo que dar ejemplo y ponerme en primera fila para intentar ayudar y para seguir con mi trabajo, porque es mi deber y mi obligación. Pues eso, mi artículo de hoy era para gritar fuerte, alto y con toda la rabia contenida de estos últimos años en los que nuestro Congreso y Senado ha trabajado menos que nunca, pero eso sí, lo han cobrado todo, que ya está bien. Que basta, que cuando todo esto pase deberíamos salir a la calle a escupirles a la cara? Así como suena. Nos piden sacrificios, lo que viene va a ser terrible, pero ellos no se esfuerzan lo más mínimo y siguen en su burbuja. Para ellos no hay ERTE y todavía no me explico por qué. A ver, seguramente serán los que más pueden aguantar esos meses sin cobrar, y no el pobre dependiente de comercio que tiene lo justo para llegar a fin de mes.

Y entonces en las noticias te he visto. He visto tu nombre, Isidro. Y no sabes, cielo, lo orgullosa que me he sentido. Un diputado asturiano, un hombre de bien, como sé que eres, pide renunciar a sus dietas y sus desplazamientos, de los poquísimos que lo han hecho, para que eso se destine a paliar los efectos de la pandemia, y las lágrimas, estas que brotan tanto últimamente, esta vez son de agradecimiento. No me he equivocado en aquella primera impresión. Ni me he arrepentido nunca de considerarte, aunque sea tan de lejos, mi amigo? Porque, ¿sabes?, estamos necesitados de buenas personas. De gente buena como tú, Isidro Martinez Oblanca. Gracias.

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