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Del "sanchismo" al PSOE

Una apelación al Partido Socialista para devolver a España a la senda iniciada en 1978

Vivimos instalados en la mentira. Es el excipiente donde se desarrolla nuestra vida, con el control de la libertad en prórroga; el bochorno, en expansión, y la confrontación como hábito, mientras la sede de la soberanía popular convertida en reyerta de barrio y la dialéctica, en navajeo. Creo que desde los primeros pasos de la democracia, nunca nuestros representantes (¿) habían atropellado la verdad como en estos últimos días lo hicieron Sánchez y Marlaska. En realidad el Presidente es un veterano de la mentira y a muy pocos les extraña que suelte una o muchas cada vez que abre la boca en sus prédicas de propaganda televisiva. Creo que debe de pensar que amontonar mentiras es una táctica política mediante la que las últimas podrían hacer olvidar las primeras. Pero será en balde, porque el pueblo español tiene una memoria prodigiosa cuando tan reiteradamente se le trata de tomar el pelo. Sabe cuando no se le quiere decir la verdad. Y si es cierta la afirmación evangélica de que la verdad os hará libres, aquí estamos todos atrapados con la libertad atascada en el BOE.

Para oponer a la verdad bastaría con una mentira, con el fin de que se suscitara el debate, pero en la destitución del coronel Pérez de los Cobos se produjeron de tres a cuatro versiones sucesivas desde el poder, y habría que investigar, que es el caso, cuál de esas mentiras es la "verdadera", puesto que examinadas una a una son contradictorias. Y me parece que, por el principio de Montesquieu, deberán ser los jueces, y no el Gobierno, quienes deberán aclarar la superposición de mentiras, además del deshonor que significó para el destituido, una decisión tomada en un domingo por la noche, que no parece el momento para iniciar el cambio en el organigrama en la Policía Judicial, escudo tras el que ministro y ex juez Marlarska se escondió, del verbo esconder, en el primer envite. Siguió como pretexto la falta de confianza, etc., y remató S. con que todo se había producido para purgar a un grupo que llamó, con tono acusatorio y despectivo de "policía patriótica". Una afrenta más para quienes se sabía que habían actuado con la honestidad y legalidad con las que hace siempre las cosas la Guardia Civil, que curiosamente, junto con el fútbol, es una de las instituciones que vertebran hoy el país, frente a quienes pretenden desmembrarlo, incluso desde el Gobierno, que es la paradoja de las paradojas: que haya quienes desde arriba apoyen a los separatistas catalanes y a los sucesores de los asesinos de ETA. El mundo, el nuestro, al revés.

Suele decirse que muchas empresas familiares duran lo que sobreviven sus fundadores, y que sus hijos las suelen convertir en chatarra, por incompetentes, acostumbrados a ser hijos de sus padres sin esfuerzo ni responsabilidad ni estímulo personal, porque todo se lo han dado hecho. Igual que a estos cachorros, muchos incompetentes señoritos, ricos o ambiciosos en vacío, que por suficiencia, egolatría y desprecio al pasado, pretenden el parricidio político desde el adanismo más impúdico e ignorante.

El PSOE, conozco a muchos de sus militantes desde hace muchos años, fue uno de los partidos que asentó los pilares para la reconstrucción de la democracia en la España moderna. Pero de cuando en cuando le nace una secta con seguidores de ocasión, como ocurre con el "sanchismo". Pero el Partido Socialista es mucho más que todo eso, y nuestro país necesita de él como lo necesitó en los primeros años de la Transición. Tiene gente muy valiosa que podría prestar una ayuda fundamental para enderezar el rumbo. Es un partido fuerte y sereno que hace falta en esta hora tan comprometida.

Sé que a muchos españoles les gustaría que nuestro país continuara por la senda iniciada en el año 78, que fue el periodo de tiempo más fructífero, aunque con sus sombras y corrupciones, desde hace decenios. Naturalmente, con los cambios que los tiempos exigen y que el propósito de la enmienda requiere, pero con el espíritu que inspiró tantas renuncias y la mayoría con la que las decidimos.

Las trancas en las ruedas no harán otra cosa que arrojarnos a todos al descarriamiento, cuya senda vamos iniciando. Y sobre todo que la verdad sea, en lo posible, el medio en el que desenvuelva la vida política, que es lo que se merece el pueblo español, siempre tan maltratado.

P.S. "A fuerza de verlo todo, se termina por soportarlo todo".

A fuerza de soportarlo todo, se termina por tolerarlo todo.

A fuerza de tolerarlo todo, se termina aceptándolo todo.

A fuerza de aceptarlo todo, finalmente, lo aprobamos todo".

(San Agustín, año 430 después de Cristo).

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