En Francia, a la contrarrevolución de Bonaparte le siguieron repúblicas respetuosas con los valores de la Ilustración y también monarquías constitucionales del todo comparables en cuanto a asumir esos mismos valores. Cuando en 1978 la dictadura franquista quedó atrás gracias a la nueva Constitución, el artículo 1º de nuestra Carta Magna estableció tres puntos esenciales: que en España priman los valores de libertad, justicia, igualdad y pluralismo, que la soberanía nacional reside en el pueblo y que la forma política que adopta el Estado es la monarquía parlamentaria.
Así que los cantos de sirena que se oyen en contra de la monarquía están en realidad cargando contra el aspecto menos importante de nuestro Estado de derecho. Lo que cuenta de verdad es la libertad, la justicia, la igualdad, el pluralismo y la soberanía de la que goza el pueblo español en su conjunto. La cuestión a plantearse hoy, pues, no es la de si el Jefe del Estado debe ser un rey sino la muchísimo más crucial de si los valores ilustrados se siguen defendiendo y reivindicando igual que en 1978 o incluso más, que es lo que cabría esperar. Dicho de otro modo: lo que nos proponen desde según qué ministerios, e incluso alguna vicepresidencia, ¿aumenta o disminuye la libertad, la justicia, la igualdad, el pluralismo y la soberanía conjunta? No nos vayan a estar colando, en nombre de la república, una marcha atrás.