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Montañas y fosas

Unos ámbitos geográficos dispares con un origen común

Al observar la superficie terráquea se aprecian notables desniveles topográficos, focalizándose los extremos en las altas cimas de las cadenas montañosas y las grandiosas simas que constituyen las fosas oceánicas, con una diferencia de cota entre ambas de hasta 20 kilómetros. La génesis de estas enormes diferencias verticales es explicada con las nuevas hipótesis geológicas.

Es conocido que el punto más elevado de la Tierra se encuentra en el monte Everest, en la cordillera del Himalaya -región fronteriza entre Nepal y China-, con una imponencia de 8.848 metros sobre el nivel del mar. Esta famosa elevación, coronada por primera vez en 1953 por el alpinista neozelandés Edmund Hillary y el guía sherpa nepalí Tenzing Norgay, es un punto de seducción para los escaladores, de manera que en la actualidad su afluencia, devenida en turística, raya la masificación, haciendo colas interminables para lograr conseguir su cúspide.

Casi todos los picos más prominentes (unos catorce) se encuentran en la parte central de Asia, concretamente en las cordilleras Himalaya y Karakórum, ésta entre Pakistán, India y China. En el resto de los continentes son raras las orografías que sobrepasan los 5.000 metros, a excepción del Aconcagua (6.962 metros) en la cordillera de los Andes, al oeste de República Argentina.

De manera convencional, cuando se alude a los orógenos, su altitud se refiere al nivel del mar. No obstante se podrían incluir aquellas otras que parten del fondo del mar como ocurre con Mauna Kea, un volcán en la isla de Hawái que muestra una prominencia aérea de 4.207 metros, pero midiendo su base desde el fondo del océano Pacífico, donde brota, hasta su cumbre supera los 10.000 metros, convirtiéndose en la mayor montaña del globo.

Respecto a las fosas oceánicas, se trata de depresiones lineales extremadamente profundas del lecho marino. La mayoría de estas concavidades abismales se ubica en el extremo occidental del océano Pacífico, donde algunas se acercan o superan los diez kilómetros de hondura (Kuriles, Japón, Marianas o Tonga). La sima más destacada se localiza en el extremo sur de la fosa de las Marianas, el "abismo Challenger", con casi 11.000 metros por debajo del nivel del mar, al que descendieron en un batiscafo el año 1960 el oceanógrafo suizo Jacques Piccard y el estadounidense Don Walsh, permaneciendo cerca de veinte minutos en el fondo abisal.

La respuesta de cómo surgen las montañas y las fosas la proporciona la teoría de Tectónica de Placas. Según la cual la litosfera (parte más externa de la Tierra) está fragmentada, a modo de un puzle, en unidades terráqueas denominadas placas con espesores promedios de 100 kilómetros, de las que siete de ellas alcanzan un tamaño continental. Estas placas rígidas se encuentran en constante movimiento unas con respecto a otras al flotar sobre un sustrato dotado de cierta fluidez (la astenosfera), dando lugar a tres tipos de límites: convergentes (las placas chocan entre sí), divergentes (se produce una separación entre ellas, caso de las dorsales oceánicas) y transformantes (caracterizados por desplazamientos en sentido lateral).

De los tres bordes descritos son los convergentes los que explican la génesis de los sistemas montañosos y de las fosas oceánicas. Es evidente que la corteza oceánica creada en las zonas de expansión representadas por las dorsales debe consumirse en otras, ya que el área global de la superficie terrestre permanece constante, produciéndose entonces un ciclópeo choque entre las placas, de modo que el borde de una dobla hacia abajo y se hunde bajo la otra formándose lo que se conoce como zona de subducción, donde se concentra la actividad geológica; en el topetazo parte de los sedimentos transportados por la placa oceánica provocan una acumulación caótica de varios tipos rocosos plegados y fallados con ocasionales fragmentos de corteza oceánica (prisma de acreción), capaz de elevarse por encima del nivel marino. Es en este contexto geodinámico donde se originan algunos tipos de montañas y las fosas, con trazados paralelos al límite de las placas.

El caso del Himalaya es un ejemplo particular de borde convergente producido por una colisión continental entre la India -que se encontraba en el océano Índico a miles de kilómetros más al sur y fue desplazándose paulatinamente hacia el norte- y la placa Euroasiática, resultando del encontronazo una espectacular cordillera tallada con posterioridad por los procesos erosivos.

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