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El salvamento, un servicio esencial

El ahogamiento el pasado martes de un joven de 19 años mientras disfrutaba del Cantábrico en San Lorenzo junto a su novia, que fue rescatada in extremis por dos socorristas, ha puesto el foco sobre los ajustes que ha sufrido este año el equipo gijonés de salvamento debido a los cambios presupuestarios del Ayuntamiento y al retraso del calendario de la temporada de baños a cuenta del coronavirus. Y ha provocado una catarata de quejas internas en el servicio, muy popular y querido en la ciudad desde hace décadas por su relevancia social y por su intrínseca vinculación a las playas, icono local por excelencia. El verano más atípico ha empezado de la peor manera posible.

Aún es pronto para saber, y quizá nunca sea posible hacerlo, si la muerte de esta semana se habría evitado con la presencia de algún socorrista en la escalera 1 de San Lorenzo, posición cubierta tradicionalmente por el servicio en estas fechas, pero desprotegida este año por la reordenación del personal. Una carencia que ha sido duramente criticada por los socorristas y por los bañistas habituales de la zona comprendida entre el pedrero del Campo Valdés y La Escalerona. Unos y otros reiteran, como es de sobra conocido en la ciudad, que en ese punto de la bahía se forma de manera habitual una corriente que expulsa hacia el exterior, en paralelo al Club de Regatas. Y todos coinciden además en señalar que la presencia de un salvamento junto a la iglesia de San Pedro es fundamental para la vigilancia global de la playa.

El gobierno local reaccionó al día siguiente de la muerte del joven destacando que la escalera 1 dispondrá de un socorrista a partir de julio. Unas horas antes también había rectificado, tras la fuerte presión vecinal y política, su rechazo a que las playas de Estaño y Peñarrubia contaran con el servicio este verano. La trágica experiencia recién ocurrida ha demostrado, por si hacía falta, que el salvamento es esencial en los arenales de Gijón, tanto en los urbanos como en los rurales, por la gran afluencia que soportan y por sus condiciones naturales. Y también ha dejado claro que cualquier modificación en su funcionamiento debe estar bien justificada. En este asunto, las improvisaciones se pagan muy caro.

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