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LNE FRANCISO GARCIA

BILLETE DE VUELTA

Francisco García

La Asturias de Esteban en Sevilla

El tapiego Esteban Sánchez-Ocaña, al que la tierra debe la levedad que merecen los príncipes del ingenio, era hombre de mil chistes y de otras tantas ocurrencias. Tan es así, que le nombraron director de programas expositivos de la Expo de Sevilla y se sacó de la manga de la chaquetona, como si fuera una chistera, el Cinemax, una de las atracciones más sorprendentes de aquella feria de las maravillas que puso a España en el mapa. Aquel cine de Esteban podría parecer hoy una antigualla técnica, pero en 1992 dejó boquiabiertos a los visitantes: en una sala de proyección esférica, las butacas se movían al ritmo de la cámara.

Había muchos asturianos en las tripas de aquel evento universal. Y todos mostraban por Esteban, después divulgador científico de éxito, un respeto reverencial tan alargado como la duración de sus sesiones inabarcables de chistes. En Sevilla aterrizaron, entre otros, Diego García, director de Recursos Humanos del evento; Carmen Bueno, responsable de la oferta expositiva de los pabellones temáticos, y Samuel Ortega, el hombre de los dineros de la cita sevillana, su director comercial.

Allí estaba Eduardo Méndez Riestra, al frente del pabellón asturiano, ese bosque encantado de columnas verdosas y osos de sube y baja trepando por los troncos metálicos. Y Norberto Cabal, comisario del pabellón de Cantabria. Y Pedro Morán al tanto de los fogones y Tino El Roxu escanciando sidra que luego se servía en vasos de plástico, tamaña herejía solo por esa ocasión tolerable. Hasta dos de los conductores del AVE Madrid-Sevilla habían nacido en Asturias: Alfredo Durán y José Ignacio Eíriz. Nunca después de ese año y de ese evento hubo ocasiones más propicias para que los asturianos se sintieran orgullosos de serlo.

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