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Enrique López

Una reforma fiscal para salvar nuestra economía

No hay contradicción entre salud y economía. Es importante decirlo en voz alta, para replicar a quienes quieren hacernos creer que tenemos que elegir entre cuidar nuestra salud o proteger nuestros trabajos. Quien pretenda dar a entender que tenemos que resignarnos ante esta situación y, simplemente, esperar cruzados de brazos a que haya una vacuna, o miente a sabiendas, o no sabe lo que es sufrir para llegar a fin de mes. No hay dilema entre salud y economía, porque se trata de dos caras de la misma moneda. Si el final de la pandemia nos encuentra con una economía destruida, con miles de negocios arruinados, habrá poco que celebrar.

Afortunadamente, el Gobierno de coalición ha puesto en marcha los mecanismos necesarios (Ingreso Mínimo Vital, ERTE, prohibición de despidos, prohibición de desahucios…) para sostener a los sectores más afectados por la pandemia. Conscientes de que el esfuerzo presupuestario va a ser tremendo, el PSOE y Unidas Podemos han pactado una reforma fiscal que permitirá no solo mantener las medidas ya puestas en marcha, sino ampliar el escudo social del que ya se benefician millones de personas. El Estado, no obstante, no es solo el Gobierno central, sino que las comunidades autónomas y los municipios también son Estado. Y a ese nivel tampoco podemos permitirnos fallar.

En este contexto, la redistribución de riqueza es una cuestión de justicia social, sí, pero también una urgencia de nuestra economía, que necesita que las personas con mayores patrimonios y grandes fortunas paguen más impuestos, con los que financiar mayores coberturas sociales. La sociedad no podría perdonar que una minoría privilegiada siga viendo crecer sus fortunas mientras cierran los bares, crece el paro, quiebran los negocios, abandonan los artistas y se multiplica el número de personas que ni siquiera pueda encender la calefacción en su hogar.

Especialmente cuando nos encontramos con que, según datos de Hacienda, el 42% de las personas que deberían pagar el impuesto de Patrimonio no contribuyen en la medida que les corresponde. Un solo dato. Si las siete grandes fortunas asturianas de la “Lista Forbes”, que suman en total 4.500 millones de euros, pagasen lo que les corresponde por el impuesto de patrimonio, Asturias recaudaría 125,8 millones de euros. El último plan de apoyo al comercio lanzado por el Gobierno del Principado suma 25 millones. Basta con echar cuentas. Por eso Podemos Asturies ha propuesto reducir el mínimo exento del impuesto de patrimonio e incrementar las tarifas a las grandes fortunas, hasta situarnos al frente de las comunidades más avanzadas fiscalmente.

Por otra parte, hay que desterrar la idea de que en España se pagan muchos impuestos. Al contrario, la presión fiscal es 7 puntos inferior a la media europea. Lo que sucede es que las grandes fortunas y corporaciones disponen de muchas formas de eludir sus responsabilidades, mientras que la gente normal no puede fallar ni una cuota. Eso debe terminar. Algunos intentan asustar a la población con cualquier subida de impuestos, cuando lo cierto es que el 97% de los y las asturianas cobran menos de 60.000 euros de ingresos. A ese 3% restante, especialmente a la absoluta minoría que cobra más de 175.000 euros, debemos solicitarle un mayor esfuerzo. El incremento del IRPF para ese 3% que propone Podemos Asturies supondría un incremento de 2,3 millones de euros en la recaudación del Principáu d’Asturies.

En conjunto, la reforma fiscal que Podemos Asturies le ha propuesto al Gobierno de Adrián Barbón podría aportar 92 millones de euros a la caja pública asturiana. Si no queremos que la pérdida de recaudación incremente el déficit y la deuda autonómica, y en consecuencia se priorice el pago de intereses a costa de recortes en el gasto social como sucedió en la última crisis, es ineludible abrir el debate sobre la necesidad de una reforma fiscal que aumente los impuestos de manera justa para poder garantizar la calidad de nuestros servicios públicos. Es la única manera de inyectar recursos financieros suficientes para que todas las personas y negocios que necesiten una ayuda, la reciban, el tiempo que haga falta, y por la cuantía que haga falta. No hay alternativa.

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