Los que hemos sufrido en vivo y en directo el golpe del 23-F de 1981 en España, y luego estudiado sus vísceras, sabemos que aquello ni era una farsa ni, como tal golpe, una chapuza. Simplemente no les salió bien a sus mentores y ejecutores. En cuanto al intento de secesión montado por Puigdemont, de haber contado con apoyo internacional y de los Mossos, tal vez habría triunfado y hoy sería un ejemplo mundial de obra de arte en el género. Cuando esos golpes de perfecto diseño fracasan, la gente ingenua suele descalificar el intento rebajándolo a acto vandálico, chapuza y cosas así, con lo cual de paso limitan su verdadero alcance y evitan indagar en sus raíces y conexiones. Personalmente no tengo duda de que era un verdadero golpe, lo vengo temiendo en este billete desde hace dos meses y nadie debería mirar para otro lado pasando página una vez superado el episodio crítico.
