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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

La violencia legal

Van seis noches consecutivas de violencia callejera en distintas ciudades españolas, con la excusa estúpida y poco consistente de la protesta por el encarcelamiento de un rapero de lengua viperina. No parece, sin embargo, que la defensa de la libertad de expresión esté detrás de la revuelta. Mas bien da la impresión de que agentes con intereses políticos que gustan de manejar los hilos del guiñol social estén tejiendo un relato artificioso con la intención de activar el cerebro reptiliano de grupos ideológicos de cierta edad dispuestos irracionalmente a la algarada. Ciertamente somos química cerebral y serotonina, sustancias que controlan emociones como el miedo y la agresividad.

Como la tesis de la bondad innata se considera trasnochada y ya que nunca está garantizada la benevolencia del ser humano, hicieron fortuna durante siglos los pensadores que defendían que el estado natural del hombre es la fuerza bruta. Para embridar esa pulsión natural a la agresión, las sociedades democráticas se dotaron de la ley y el derecho como dique pacificador que pusiera freno a la violencia natural de una especie que, en el proceso de selección natural, cuando se siente acosada por el miedo solo encuentra dos salidas: el ataque o la huida.

Contra los violentos, los estados modernos se dotaron de medidas que les garantizaran el monopolio legal de la violencia. En ese sentido, el Estado de derecho sería el instrumento de la violencia de la mayoría contra el individuo o el grupo que pretende imponer su voluntad a través de la fuerza. Las fuerzas de seguridad que estas últimas noches se enfrentaron a los violentos ejercen, si es preciso, la violencia legal que los ciudadanos les hemos concedido.

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