Una mirada retrospectiva a las autonomías en los últimos cincuenta años permite concluir que su gran evolución hacia la modernidad se produjo a partir de 1986, con la entrada efectiva de España en la Unión Europea. Los ingentes fondos estructurales recibidos entonces gracias a la solidaridad de los países más ricos del continente propiciaron un salto cualitativo en las infraestructuras. No hace falta explicárselo a los asturianos, lo experimentan al moverse por la región cada jornada. Fue como poner los cimientos de un edificio todavía por levantar. Otro hito histórico semejante llega ahora con el programa Next Generation EU que va a concretarse en los próximos dos meses. Una oportunidad para cambiar, ahora sí, el modelo económico y culminar la reconversión de Asturias.

La primera fase de la hoja de ruta para optar a los nuevos fondos europeos con los que apuntalar los territorios más castigados por el covid toca hoy a su fin. Termina febrero y el Gobierno asturiano da por concluida la tanda inicial de acopio de proyectos con los que competir y convencer a las autoridades comunitarias. Se trata, hasta el momento, de 115 iniciativas que suman 13.500 millones, alineadas con las prioridades verdes, digitales e inclusivas fijadas por la UE. La escasa información pública revelada hasta la fecha alegando razones de confidencialidad no concuerda con la relevancia del proceso. Da pábulo a la suspicacia.

El trámite seguido para promover las sugerencias resulta chocante. Consistió en una ventanilla, como quien abre un buzón de recomendaciones. Sin que trascendiesen debate ni reflexiones profundas sobre lo conveniente en un momento tan delicado y sin incorporar la aportación de los mejores. Adecuadamente utilizado, el maná de millones por venir puede marcar un antes y un después para Asturias, y para España. Fiar el éxito a la improvisación recuerda mucho a los fondos mineros, cuando una tormenta de ideas semejante solo dio para construir boleras, rehabilitar barriadas y desatar una plaga de museos.

Acortar la desigualdad entre los territorios aventajados y los rezagados cada vez cuesta más. Estamos ante una inaceptable paradoja española. Múltiples esfuerzos inversores constantes no menguan la brecha. Corolario evidente: alguien elige mal las prioridades. Las disparidades interregionales aumentaron tras la crisis de 2008. La remontada ni alcanzó en el mismo momento a todas las comunidades, ni con una intensidad similar. La pandemia acabó por asestar la puntilla a las muy dependientes del turismo y los servicios convencionales. No es precisamente el caso de Asturias, con un potente sector industrial y capital humano valioso. Esto debería colocarla de antemano en una posición favorable para aminorar los sufrimientos si nadie comete una torpeza monumental cruzándose de brazos o anhelando objetivos de descarbonización imposibles.

En la foto de conjunto de hace medio siglo a esta parte, el Principado no sale favorecido. El retrato empieza a descolorarse desde el agotamiento del ciclo minero-metalúrgico. Revertir este insoportable declive cronificado exige como primera condición describirlo para tomar conciencia de su magnitud. Sin desesperanzas, sin desgarros, porque los asturianos cuentan con sobrado potencial para remontar el vuelo. Solo falta encauzar su energía hacia algún sitio para que tenga un efecto multiplicador. ¿Qué planes estratégicos tiene Asturias? La pregunta resulta pertinente porque en esta etapa los necesita como nunca para innovar, acumular valor añadido, ganar estabilidad, aumentar la calidad laboral y regenerar el modelo económico.

Aunque en la carrera de los recursos europeos somos de los tardones, no importa tanto que otras regiones esprinten, como que la parsimonia, la indolencia y la desgana adormezcan a la nuestra. Las autoridades españolas y europeas tendrán que visar las propuestas antes del 30 de abril, con un calendario preciso de reformas, plazos y gasto. Mucho tiempo no queda.

Esto no consiste en sustituir chimeneas por molinos de viento, aunque a veces lo parece. Si la reindustrialización fracasó en la promoción de empleos fue precisamente por recrearse en metas tan simplistas. El asunto va de elaborar un programa de transformación y cambio radical, sólidamente motivado, que diseñe una región sostenible y próspera.

Un propósito así precisa de líderes fuertes aquí, que nunca claudiquen, dominen la materia que manejan y promuevan consensos para saber hacia dónde avanzar juntos con paso firme. También de la voluntad política del Gobierno central para que las buenas palabras hacia el Principado que profesa se correspondan con realidades distintas a las de cerrar térmicas sin alternativas y atosigar a la industria con exigencias estratosféricas. Ni en lo uno, ni en lo otro el viento sopla hoy a favor. Nunca es tarde para rectificar.