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Transición ecológica, estaciones de esquí y motores económicos

El progreso de una comarca, condicionado a la modernización de una estación de esquí sin nieve

A finales del mes de octubre pasado, el presidente asturiano anunció una inversión de diez millones de euros para modernizar la estación de esquí de Valgrande. Los fondos proceden del Ministerio de Transición Ecológica y el Reto Demográfico, y se plantea como objetivo que Valgrande se convierta en motor económico para la comarca. Los términos en que se produce la inversión resultan paradójicos; no tiene sentido invertir en una estación de esquí bajo un epígrafe de “Transición Ecológica” y además en un contexto de calentamiento global. Las estaciones de esquí son antiecológicas (provocan graves impactos ambientales) y su viabilidad en nuestra región, muy incierta debido al cambio climático. Desde un punto de vista meramente económico, también resulta incomprensible a la vista de los resultados de las últimas temporadas. No cabe hablar por tanto ni de transición ecológica, ni de motor económico. El de Valgrande no es un caso aislado; hace unos días se cerró el periodo de información pública del proyecto de ampliación de la estación de esquí de Leitariegos, también financiada con dinero público. En este caso con el agravante de que su construcción se plantea sobre suelo no urbanizable de especial protección, y afectando al núcleo de la Reserva de la Biosfera de Muniellos, a sólo doscientos metros de la Laguna de Arbás.

Los modelos de cambio climático prevén inviernos más cálidos y una reducción de las precipitaciones. Es decir, al margen de que en ocasiones se puedan producir grandes nevadas como la ocurrida este invierno, la previsión es de una tendencia marcada por una menor disponibilidad de nieve, tanto en cantidad como en duración. Si esta previsión es correcta, las posibilidades de esquiar se reducen incluso si se dispone de costosos cañones de nieve. Por eso parece improbable no sólo que esta inversión llegue a producir beneficios, sino que se llegue siquiera a recuperar lo gastado. De hecho, en los últimos cuatro años el mantenimiento de Valgrande ha costado alrededor de 2,5 millones de fondos públicos cada año, y los ingresos no han compensado ese gasto en ninguno de ellos. El desfase en las cuentas fue máximo en la temporada 2016-17, cuando tan sólo se recuperó el 25% del gasto. Ese mantenimiento, o al menos una parte importante del mismo, seguirá siendo necesario una vez modernizada la estación, por lo que habrá que añadir esa cantidad al coste de la modernización. Como negocio todo indica que será un nuevo fiasco, como los muchos que jalonan la historia reciente de nuestra región. A menudo se recurre al tópico de que un proyecto como este atraerá visitantes que contribuirán a potenciar los negocios turísticos del municipio, pero si la estación es inviable, en realidad la inversión será un desperdicio de fondos que podrían emplearse en otros proyectos.

A lo largo de las últimas dos décadas, Asturias ha recibido ingentes cantidades de fondos europeos cuyo objetivo era contribuir al desarrollo de la región tras el cierre de la minería. Después de invertir todo ese dinero de manera irracional en una mezcla de macroproyectos, infraestructuras de todo tipo y subvenciones varias, llegamos a la actualidad sumidos en una grave crisis económica y ambiental, con una región llena de esqueletos de hormigón y autovías y carreteras sobredimensionadas, algunas de las cuales aún estamos pagando. A pesar de ello, parece que no hemos aprendido nada. Los políticos siguen planteando inversiones ruinosas, ante el regocijo o cuando menos la indiferencia de los ciudadanos. La impresión es de una absoluta carencia de planificación y de evaluación de los proyectos desarrollados por parte de nuestro gobierno regional.

En un momento en que se habla sin parar de sostenibilidad, cambio de modelo energético y digitalización, resulta descorazonador ver que los recursos públicos se siguen dilapidando. En los próximos años recibiremos nuevos fondos europeos, y no podemos permitirnos el lujo de desperdiciarlos, igual si son una donación que un préstamo. Como asturiano, me resulta muy decepcionante que se destinen diez millones de euros públicos a remodelar una estación de esquí, y que se haga además desde un ministerio cuyo objetivo es precisamente el contrario. Si fuese vecino de Lena mi frustración sería aún mayor al ver cómo se desperdicia otra oportunidad para mejorar el futuro de mi municipio.

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