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Jonathan Mallada Álvarez

Crítica / Música

Jonathan Mallada Álvarez

Juego, set y partido

Impecable concierto en las Jornadas de Piano “Luis G. Iberni” con un solista de altura y una Ofil a gran nivel

Las Jornadas de Piano regresaban al Auditorio y lo hacían con el debut de Dmytro Choni en Oviedo y con el estreno mundial de una obra, algo que debemos valorar muy positivamente, más aún en estos tiempos tan complicados e inciertos para la cultura y la música. Se estrenaban las “Tres danzas para orquesta” del compositor Israel López Estelche, que dejaron un interesante trabajo sobre las secciones más graves de la orquesta y, especialmente, una concepción muy particular del ritmo, el parámetro esencial y articulador de la obra. Sin embargo, al margen de ese ritmo incesante, su composición también posee momentos de bello lirismo y genera atmósferas algo más liberadas y diáfanas. En general es una pieza rica y variada que la Ofil supo colorear con su plantilla orquestal. Juego.

Aunque era su “estreno” en Oviedo y su debut público con el “Concierto para piano n.º 2” de Rajmáninov, Dmytro Choni mostró una veteranía mayúscula, inusual para su edad, con un concierto que, a juzgar por los matices ejecutados y la sobrecogedora sensibilidad de la que hizo gala en algunos pasajes, tiene totalmente interiorizada. Lució su impecable técnica y una pulsación cristalina que dejó momentos de gran expresividad en un concierto nada sencillo. Pero Choni parecía crecerse un poco más en cada movimiento, hasta llegar al tercero, el número técnicamente más complejo de los escritos por Rajmáninov, donde evidenció su excepcional madurez y desplegó su virtuosismo ante una Oviedo Filarmonía exuberante, poderosa, con un sonido cálido y conciso, muy concentrados en extraer un volumen cuidado y celosos de arropar a Choni, fundiéndose con él bajo la batuta de Macías. La “Soirée de Vienne” (de Alfred Grunfeld) y “Daisies” (del propio Rajmáninov) a modo de propina para encandilar por completo a los escasos (en este punto ya inexistentes) escépticos que poblaban el auditorio ovetense. Set.

La segunda parte estaba integrada por la Sinfonía n.º 4 de Brahms, una piedra de toque para orquesta y director. Pero la Ofil parece en estado de gracia y su director titular, Lucas Macías, va creciendo a la par que su formación. Un primer movimiento muy coral con un sonido muy aterciopelado de las cuerdas y un “Adagio” equilibrado y bien balanceado, con los vientos a gran nivel y una recreación más que acertada en los bellos temas compuestos por Brahms, eso sí, no exentos de profundidad y de cierto peso dramático. Por su parte, el director onubense, aportó la serenidad y seguridad que le caracterizan: de gesto amplio, dirección alta y plasticidad en sus movimientos, guio a una Oviedo Filarmonía, perfectamente ensamblada, con acierto, jugando con los volúmenes y con la calidad tímbrica de cada sección, encarando el “Allegro” final con carácter y garra, culminando de este modo una interpretación muy completa y rubricando la velada musical de la mejor manera posible. Juego, set y partido.

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