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Xuan Xosé Sánchez Vicente

También contra la pesca deportiva

En los últimos años ha crecido el número de embarcaciones de recreo que ocupan los puertos españoles, en contraste con el progresivo descenso de las dedicadas a la pesca profesional. Esa situación deriva de tres parámetros fundamentales: el decrecimiento de la pesca artesanal; la pesca masiva en aguas internacionales o la importación de la misma; el crecimiento de las rentas que pueden dedicarse al ocio. Lo que eran antaño puertos pesqueros son hoy fundamentalmente, por el número de atraques, puertos deportivos.

Recientemente, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ha publicado un borrador de real decreto por el que se regula la pesca marítima de recreo en aguas exteriores que ha suscitado serias críticas y encendidas protestas entre los propietarios de embarcaciones de recreo que, con más o menos asiduidad, practican la pesca deportiva.

El borrador contiene notables restricciones sobre los usos y capturas anteriormente permitidos. Restringe estas y limita los aperios. Obliga, además, a “capar” todas las piezas antes de ser desembarcadas y a dar noticia de su cuantía.

La idea que dirige esta serie de restricciones es la de que los deportivos contribuyen de forma notable a la disminución de la masa pescable y la sospecha de que muchos actúan como vendedores ilegales, en competencia con los profesionales. Ahora bien, comparar la potencia de capturas de unos y otros es simplemente risible, al margen de que existe una cuestión de legitimidad de fondo, una especie de atribución exclusiva del derecho de pesca de unos bienes mostrencos, los peces, a los profesionales.

El decreto entra, además, en notable barullo conceptual al incluir en la pesca en aguas exteriores la “pesca desde tierra” (¿), lo que hace aún más risibles algunas de las normas que pretende.

Y no digamos ya nada de la lista de especies de las que ha de darse cuenta y marcar, como sarrianos, xulies, muiles o gobitos.

¡En fin! ¡Así son!

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