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Carmen Pérez Novo

Los efectos de la hiperactividad

Sobre las consecuencias de un problema frecuente

¿Se han parado a pensar alguna vez en porqué estaremos tan empeñados en hacer un montón de cosas a la vez? Y lo cierto es que si lo pensamos detenidamente, si reflexionamos acerca de hacia dónde nos conduce el afanarnos en convertir los segundos en siglos llenándolos de actividad, por eso de que el tiempo es oro y no se debe malgastar, nos daremos cuenta de que nos está complicando la vida. De hecho, por una parte, con esta esclavitud de la aceleración, con ese estado permanente de hiperactividad, es imposible saborear los logros obtenidos. Además, vivir de esa manera produce estrés, altamente perjudicial para la salud. Y lo es hasta tal punto, que todos los expertos dicen que el estrés aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares; además, engorda porque nos lleva a comer más y mal, a fumar, a la paradoja de llevar una vida muy acelerada y, sin embargo, a movernos poco.

Ahora bien, en nuestras manos está el cambio de actitud, el dejar a un lado las prisas y la agresividad que nos lleva a exigir acciones y respuestas inmediatas sin tiempo para la reflexión. De cada uno de nosotros depende el llevar una vida más tranquila, saboreándola en profundidad y siempre con la base del conocimiento de uno mismo, para afinar y marcar muy bien las prioridades. Y esto nos interesa a todos. Porque cada persona es responsable, actor y creador de su propia vida. Y cuanto más agradable y llevadera sea, mejor que mejor.

Lo cierto es que a la vista de los resultados negativos del estrés, ya son muchas las personas que se están apuntando a este cambio. De hecho, en los últimos años, cada vez, mayor número de hombres y mujeres, de todas las edades y lugares del mundo, se reúnen bajo el lema “lo lento es más bello y provechoso”; sus socios tienen claro que hay que relajarse, saborear sutilmente los placeres, dedicar más tiempo a la familia y a los amigos, vivir el instante... O sea, esforzarse en la búsqueda del camino hacia una vida más espiritual, que tanta falta nos hace en Occidente. Por eso, resumiendo, existe una receta antiestrés que quizás merezca la pena tener en cuenta: “ejercicio físico, dieta adecuada, relajación, como el yoga, y la reflexión, de al menos 20 minutos al día en los que usted piensa y se organiza”

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